¿Por qué la "sociedad abierta" no funciona frente al nacionalismo?

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Esparza es un ensayista de éxito, conocido por sus penetrantes análisis de la situación política y sus libros de divulgación histórica, como el exitoso Moros y cristianos, o Asturias. En su artículo España, los nacionalismos y la sociedad abierta, publicado en Razón Española, examina 3 posibles respuestas al problema de los nacionalismos periféricos:
1) Oponerles un nacionalismo integrador; pero alimentaría la lógica de los nacionalismos periféricos, “que se definen a sí mismos por oposición a un españolismo siempre amenazador”. Lo cierto es que hoy en día el nacionalismo español es una fórmula “que parece formalmente desterrada de la vida pública”.
2) Ceder ante las tesis del nacionalismo periférico y afirmar que España no es una nación. Eso“desharía el tejido político español”, pero es lo que en la práctica ha venido haciendo el régimen vigente“por las inveteradas carencias de la izquierda española a la hora de pensar España como nación, y por la cobardía de la derecha oficial al respecto”.
3) Dejar de hablar de identidad nacional y abogar por la “sociedad abierta” que definió Karl Popper, no construida sobre el factor comunitario sino sobre el factor individualista, y en oposición a la “sociedad cerrada” del nacionalismo. Es la alternativa que defendió Aznar con su “patriotismo constitucional”, la opción de Vargas Llosa y demás liberales.
Hemos visto por qué las 2 primeras alternativas no funcionan. Esparza explica por qué la tercera tampoco.
Karl Poppersostiene que la “sociedad cerrada” es un tribalismo que anula la libertad de las personas, y la “sociedad abierta” es la forma óptima, pues se funda sobre la libertad personal. El nacionalismo identitario pone el acento en lo colectivo y alberga el riesgo de caer en formas restrictivas de la libertad individual.
Pero la “sociedad abierta” deja una necesidad sin satisfacer,“con lo cual nos condena a todos a sufrir periódicamente las agresiones del nacionalismo”. ¿Qué necesidad es esta? El carácter grupal del hombre, que deriva de una verdad antropológica: el hombre es un animal social, constitutivamente comunitario. “El nacionalismo aparece en el mismo momento en que las grandes revoluciones modernas han consagrado al individuo como horizonte único de la marcha de la Historia. En un cierto aspecto, son reacciones contra el individualismo (…) Pero en otro aspecto son emanaciones directas del individualismo”, porque “trasladan el molde del individuo al marco colectivo, subrayan esa forma de individualidad que es la nación”. El nacionalismo“ofrece un horizonte común, allá donde los horizontes comunes han desaparecido”.
Por eso, a pesar de que la “reconstrucción ideal de comunidades artificiales” del nacionalismo ha provocado exterminios de masas, el nacionalismo sigue vivo. Parece que desde el inicio de la Modernidad “el nacionalismo ha sido la única instancia de reconocimiento colectivo que los hombres han tenido a su alcance”.
Cuando la “sociedad abierta” elimina la dimensión comunitaria del ser humano “se convierte en una casa sin techo ni paredes”. La solución cosmopolita no satisface la necesidad comunitaria del hombre. Entonces surge el consolador nacionalismo y su acogedor techo. Pero el nacionalismo es una“solución falsa e individualista”.
¿Cómo se aplica esto al caso de España? “Durante el espacio de una generación, la cultura oficial española ha pivotado sobre la abstención expresa en torno al hecho nacional español, cuando no sobre una negación expresa de este hecho. (…)La España presente ha apostado por disolver el horizonte comunitario. Nadie ha ofrecido un horizonte general frente al horizonte nacionalista. Esparza sugiere una solución:“empezar a dibujar líneas de reconocimiento colectivo alentando el patriotismo”, que sí satisface de modo natural la necesidad comunitaria del ser humano.
Porque el cosmopolitismo es la negación del patriotismo, y el nacionalismo es su degeneración. Ambos, cosmopolitismo y nacionalismo, limitan la naturaleza humana. No nos limitemos. Huyamos del cosmopolitismo y del nacionalismo, y descubramos la tranquila virtud del patriotismo.
© Dolça Catalunya

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