Si algo resalta en el panorama revolucionario romano es, en el barrio de Esquilino, un edificio ocupado de seis pisos que se alza a sólo unos metros de la Estación Termini y es la sede principal de CasaPound Italia, asociación de promoción social y política implantada en todo el país. CasaPound rompe esquemas, crea nuevas realidades e inquieta a los bienpensantes.
Roma, la Urbs, caput mundi tiempo ha. Capital de una Italia un poco desorientada hoy día; adornada siempre con SPQR [es decir, SENATUS POPULUSQUE ROMANUS] en las tapas de las alcantarillas, pero con cada vez más senatus y menos populus.
Tres millones de romanos que conducen como locos sobre los adoquines y suenan el claxon mientras gritan ‘ao’maporcogiudachecazzofaibruttostronzo!’. Un enjambre de turistas de todo el mundo que hacen fotos a piedras rotas, a veces incluso sabiendo lo que representan. Ruinas, iglesias, carbonara y poco más. O no.
Lo cierto es que hay otra Roma –que no otra Italia– que renace entre los restos de la primera. Otra Roma que forma parte de la realidad cotidiana de un romano y se escapa a los ojos de un simple turista. Otra Roma nera que se proclama heredera de la segunda Roma y que asoma en ocupaciones, espacios sociales y todo tipo de establecimientos. Sin ambición alguna de elaborar una enciclopedia ilustrada del fascismo romano, trataremos aquí de esclarecer algunos puntos.
Desde el mismo centro hasta la periferia brotan como setas secciones históricas, sedes y locales de distintos grupos que reclaman el Ventennio. Sin ser por ello un campo de batalla donde se compite por ver quién escupe más lejos. Ahora bien, poco o nada tienen que ver entre ellos.
Dejamos a un lado a la eterna extrema-derecha, en forma de partidos sin representación, preocupada por la inmigración, las próximas elecciones y la pelusilla de su ombligo, casi tan terminal y folclórica como la española. Esto ya lo conocemos, pero Roma no se queda ahí. Hay más.
Al oeste de la ciudad eterna están abiertas las puertas del Foro 753, un espacio transversal que alberga una comunidad abierta, amable y enérgica que celebró el pasado octubre su décimo aniversario. Cuenta con un gimnasio donde acuden regularmente niños y jóvenes del barrio a practicar boxeo, además de una gran sala donde algunos vecinos organizan sus celebraciones o eventos. Más allá de su sede, el Foro propone y participa en iniciativas municipales, cuenta con un grupo de donantes de sangre y organiza cursos de cocina. Por supuesto no deja de lado ni la crítica política con manifestaciones y acciones de lo más originales, ni tampoco se olvida la formación cultural mediante conferencias y encuentros. Pensamiento y acción en un ámbito local, es una de las realidades más interesantes y sólidas.
En una escala más pequeña, encontramos varias librerías especializadas y pequeños grupos de estudio. Destaca seguramente la Asociación Cultural Zenit, dedicada principalmente a la difusión de artículos políticamente incorrectos y la formación de los jóvenes romanos, además de a la colaboración en iniciativas de solidaridad internacional.
Pero si algo resalta en el panorama revolucionario romano es, en el barrio de Esquilino, un edificio ocupado de seis pisos que se alza a sólo unos metros de la Estación Termini y es la sede principal de CasaPound Italia, asociación de promoción social y política implantada en todo el país. CasaPound rompe esquemas, crea nuevas realidades e inquieta a los bienpensantes.
Se presentó a las últimas elecciones, pero no por ello es un partido. Critica la inmigración masiva, pero se alza en plena ChinaTown romana y aporta un análisis constructivo de este fenómeno. Recuerda el Ventennio, pero nada más lejos que estar formada por un grupo de nostálgicos. CasaPound es una paradoja para los que ven en las antiguas ideologías algo rancio y reaccionario.
Desde el apoyo a los comerciantes del barrio hasta la denuncia de las políticas de la Unión Europea, nada queda fuera de su esfera de acción. Música, deporte, cultura. Un circuito económico con establecimientos comerciales. Un bar, un pub, un restaurante. Una tienda de ropa, una librería. Varias sedes repartidas por toda la capital. Los fascistas del terzo millennio van más allá del bien y del mal y son de los pocos revolucionarios que se toman en serio la Revolución. Riprendersi tutto, dicen, ‘retomarlo todo’. Y no sólo dicen, hasta lo hacen. O lo intentan, vaya. Pero si el que la sigue la consigue, poco hay que pueda parar a las tortugas flechadas, como se llaman a sí mismos por la imagen que figura en su insignia.
CasaPound, en fin, nada tiene que ver con la marginalidad o el gueto al que se encuentra condenado en España cualquier grupúsculo que se atreva, con más –omenos– acierto a proclamarse fascista. En este caso, Italy is different.
No puede decirse que no exista el estigma, ni el rechazo, ni el menosprecio de medios e instituciones ante la sola mención del adjetivo maldito. Pero sea dicho también que el subconsciente italiano responde de forma distinta.
Digamos, por una parte, que en Roma no es difícil que un taxista te cuente con admiración las grandes obras del Duce. O encontrar votantes liberales que aseguren que lo hizo todo bien, hasta que entró en guerra. Esto no quita la histeria léxica de los que temen el libre debate, ni tampoco el disgusto de los que deliberadamente son contrarios a las reformas de la época.
Por otra parte, si se me permite la comparación, hablar de fascismo en España es tan anacrónico como reivindicar la reforma agraria carlista. Existe una ley no escrita de la política sobre las dificultades de retomar un concepto previamente abandonado, aunque sea por un pequeño periodo de tiempo. En España, el fascismo sólo fue reivindicado por Ledesma-Ramos y la Falange de José Antonio, antes de caer en boca de un Franco titubeante que apenas pasó de copiar la parte más estéticamente superficial.
Sin embargo, en Italia, entre unos y otros, nunca se ha dejado de hablar de fascismo. Tras la guerra nace el MSI como heredero del régimen caído, que obtuvo representación parlamentaria hasta los años 90. También están grabados en la memoria romana los años 70, Años de Plomo, cuando con demasiada frecuencia eran portada en los diarios las víctimas de asesinatos políticos causadas precisamente por compartir esta visión del mundo.
Que todos los que se han identificado de esta manera lo hayan hecho de un modo más o menos coherente es ya otra historia. Sirve el hecho que la sociedad italiana no ha dejado de oír hablar de fascismo desde 1922. Y eso queda, gente que a cara descubierta y con micrófono delante quiere ser heredera del Ventennio, y no sólo una mancha negra y abstracta que representa el mal absoluto.
CASAPOUND ITALIA - Torna a credere, ricomincia a lottare