Nicolás Gómez Dávila: elogio del reaccionario

"Los reaccionarios les procuramos a los bobos el placer de sentirse atrevidos pensadores de vanguardia."

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Es sabido que Colombia es el único país suramericano con condiciones geopolíticas de imperio debido a su carácter bioceánico y a la calidad intelectual de sus hombres. Pero también es sabido que está partida en dos desde el bogotazo, a causa de asesinato del líder popular Eliécer Gaitán en 1948, sin contar que en 1905 los yanquis le quitaron la provincia de Panamá.
 
Sumémosle además que desde hace casi medio siglo conviven allí el régimen liberal más pro norteamericano de Suramérica y la guerrilla marxista más antigua del continente (las FARC). Extraña  es esta guerrilla que no tiene adeptos ni en los países vecinos ni el régimen marxista de Castro en Cuba. Extraña también esa adhesión incondicional a los Estados Unidos, de un liberalismo a ultranza, que no tiene ningún aliado en la región. ¿Qué habrá tras los bastidores?.
 
En orden a la jerarquía espiritual e intelectual de Colombia recordemos a media docena de sus mejores hombres, aquellos que la policía del pensamiento y el complot del silencio intentan sepultar. Digamos simplemente que nació, se educó y murió allí (no en Ginebra como Borges) Miguel Angel Caro (1843-1909) quien llevó a cabo la primera traducción en verso de la Eneida de Virgilio al castellano, trabajo ciclópeo realizado en 1890, un trabajo que dejó admirado a Ernst Curtius el más grande filólogo latinista del siglo XX. Encontramos un educador y ensayista como Carlos Arturo Torrres (1867-1911) con su descollante Idola Fori (Idolos del foro) de 1910.  El historiador de Tunja, Luis Corsi Otálora (1932-), el desmitificador de Bolivar. El eximio poeta y novelista Alvaro Mutis (1923-2013), que dio su público apoyo a Javier R. Portella en el lanzamiento del Manifiesto contra la muerte del espíritu y la tierra, el cual está en los orígenes de este periódico, así como el pensador Nicolás Gómez Dávila (1913-1994). Y es este último el que me da motivo para el presente artículo.
 
Gómez Dávila es un pensador que tuvo la desgracia o la suerte de que un accidente de a caballo lo limitara al ámbito de su impresionante biblioteca familiar, donde se encerró, dedicando el resto de su vida al estudio de las humanidades: literatura, filosofía, historia, teología, lenguas vivas y muertas, etc. Fue autor de un solo libro, Escolios a un texto implícito que fue elaborando a lo largo de su vida a través de Sucesivos Escolios[1] publicados en varios volúmenes.
 
Se trata del único pensador, que yo sepa, que realiza el elogio al reaccionario de manera explícita y no vergonzante.
 
Así como la contraposición izquierda-derecha se utiliza sobre todo en la caracterización  política, en el orden amplio de la cultura la más difundida es la dupla reaccionario-progresista. Y la paradoja es que en el orden cultural todos se dicen progresistas, nadie quiere ser reaccionario. Nicolás Gómez Dávila es la excepción, sabe y sostiene que reaccionario es aquel que puede reaccionar ante el totalitarismo democrático del progresismo, ante la homogenización cultural del izquierdismo infantil, ante la globalización económica del capitalismo salvaje, ante la pornografía y vulgarización de la vida. Y lo puede hacer porque es reactivo. Esto es, porque conserva la capacidad de rechazo, la fuerza para decir no a pesar de que su causa está perdida.
 
Vayan aquí algunos escolios de muestra:
 
-        Los reaccionarios les procuramos a los bobos el placer de sentirse atrevidos pensadores de vanguardia.
-        Los textos reaccionarios les parecen obsoletos a los contemporáneos y de una actualidad sorprendente a la posteridad.
-        La prensa de izquierdas le fabrica a la izquierda los grandes hombres que la naturaleza y la historia no le fabrican.
-        El moderno ignora la positividad del silencio, pues ignora que son muchas las cosas de las cuales no se puede hablar sin deformarlas automáticamente.
-        El reaccionario no es un pensador excéntrico, sino un pensador insobornable.
-        La raíz del pensamiento reaccionario no es la desconfianza en la razón, sino la desconfianza en la voluntad.
-        El que reclama igualdad de oportunidades acaba exigiendo que se penalice al bien dotado.
-        El hombre es animal educable, siempre que no caiga en manos de pedagogos progresistas.
-        El vicio que aqueja a la derecha es el cinismo, y a la izquierda la mentira.
-        Hablar de Dios es presuntuoso, no hablar de Dios es imbécil.
-        La objeción del reaccionario no se discute, se desdeña.
-        En la teoría democrática pueblo significa populus, en la práctica democrática pueblo significa plebs (plebe).
-        Marxismo y psicoanálisis han sido los dos cepos de la inteligencia moderna.
-        Ser feminista es ridículo; pero ser antifeminista es vulgar.
-        Frente a la pluralidad de civilizaciones y culturas no debemos ser ni relativistas ni absolutistas, sino jerarquizantes.
-        A la tentación de estar a la moda sólo escapa el reaccionario.
-        Las humanidades clásicas educan porque ignoran los postulados básicos de la mente moderna.
-        Burke pudo ser conservador, pero los progresos del progreso nos obligan a ser reaccionarios.
-        El estado liberal no es la antítesis del estado totalitario, sino el error simétrico.
-        Sólo el pensamiento reaccionario no lleva el estigma ideológico, porque es desnuda y franca defensa del privilegio de la diferencia.
-        El perfecto conformista de nuestro tiempo es el ideólogo de izquierdas.
-        El reaccionario no es consejero de lo posible, sino confesor de lo necesario.
-        Si no se quiere ser conformista no se debe ser progresista.
-        El error del cristiano progresista está en creer que la polémica perenne del cristianismo contra los ricos es una defensa implícita de los programas socialistas.
-        Ser reaccionario es haber comprendido que no se puede demostrar, ni convencer, sino sólo invitar.
 
Más allá de la elegancia y la galanura en el manejo de la lengua castellana, propia de los escritores colombianos, se destaca aquí, la brevedad y concisión en la expresión, lo que da al traste con la remanida afirmación del progresismo cultural, según la cual sólo Borges podía decir mucho con poco. Estos escolios, elegidos al azar, muestran la insobornable profundidad de un pensador que pudo estar o sentirse vencido, pero no convencido.
 
Post scriptum: se me ha ocurrido rescatar este artículo escrito hace algunos años al tener la satisfacción de leer en El Manifiesto el estupendo artículo de Fernando Sánchez Dragó titulado La reacción, en donde rescata el concepto.
Artículo relacionado: "El reaccionario auténtico". Un ensayo inédito de Nicolás Gómez Dávila. Ver aquí.


[1] Nicolás Gómez Dávila: Escolios a un texto implícito, Atalanta, 2009.

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