Ya se sabe que, en Inglaterra por lo menos, según el doctor Johnson, el último refugio de la canalla era el patriotismo. En España en cambio el último refugio de la canalla siempre fue la tauromaquia. Si alguna vez nuestro pueblo ha merecido el dicho de Johnson, fue con motivo de la invasión francesa, cuando lo que Espronceda llamaba “la canalla” se refugió en el patriotismo. Sin embargo, son tales los vuelcos y los tumbos de nuestra historia reciente, está todo tan patas arriba, que la tauromaquia ha llegado a ser el último refugio de los patriotas. Gracias a la tauromaquia nos enteramos en España de que el socialismo no tiene por qué estar reñido con el patriotismo.
Hay sin embargo en todos los países civilizados un estamento que no tiene otra razón de ser que el patriotismo, pues existe para defender a la patria de sus enemigos de fuera y de dentro. Los de dentro no tienen por qué ser siempre los que se oponen al Gobierno, sino el propio Gobierno cuando se enfrenta al Estado y amenaza a la nación. Ese estamento es el militar, y bien se comprende el recelo con que siempre lo ha mirado la clase política. Cuando a Rommel le dieron la noticia de que había fallado el atentado contra Hitler –debo la noticia al egregio marqués de Tamarón-, su comentario fue: “¿Y es que no había allí ningún comandante de estado mayor capaz de hacer uso de su pistola reglamentaria?”.