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Los ingleses esclavizaron a los científicos alemanes

A la luz de los documentos encontrados por el diario británico The Guardian, al final de la Segunda Guerra Mundial un departamento gubernamental semisecreto se dedicó a esclavizar a científicos alemanes, obligándoles a trabajar para las empresas industriales, y beneficiarse de sus conocimientos. Los británicos lo consideraban “botín de guerra”. Aquellos que se negaban a colaborar eran internados en campos de concentración. Hasta ahora, la historia oficial decía que los científicos alemanes que colaboraron con Gran Bretaña al final de la guerra lo hicieron por voluntad propia y por un buen salario. Vaya, vaya…

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CARLOS SALAS
 
Cientos de científicos y técnicos alemanes fueron literalmente secuestrados al terminar la Segunda Guerra Mundial por los británicos, para obligarles a trabajar para empresas y organismos ingleses, según revela una investigación del diario The Guardian, que cita documentos secretos dados a la luz. 
 
Una revelación que cambia la historia oficial
 
“El programa estaba diseñado para saquear los activos intelectuales del país derrotado y bloquear su capacidad para competir, mientras se impulsaba a la industria británica”, dice la investigación del diario izquierdista.
 
Algunos empresarios alemanes fueron obligados a viajar a Inglaterra para ser interrogados por sus rivales comerciales, y en caso de rehusar a cooperar, eran internados en prisiones. Estos programas de guerra económica estaba archivados con la denominación “Top Secret”, muchos de los cuales fueron ocultados en los Archivos Nacionales en Kew hasta que el periódico los descubrió. Una de las ideas consistía en aprovechar sus conocimientos para continuar la guerra que todavía se libraba en el Lejano Oriente, y para evitar que cayeran en manos soviéticas.
 
Hasta ahora, la historia oficial decía que muchos de esos científicos y técnicos habían trabajado para Gran Bretaña por propia iniciativa, y que recibían generosos salarios en recompensa. Sin embargo, ahora se ha sabido que por lo menos durante dos años posteriores a la contienda, esos alemanes trabajaron en condiciones de internamiento o de “evacuación forzosa”.
 
En un memorándum escrito en agosto de 1946 por un funcionario británico se describe la forma de trabajar de los oficiales británicos encargados de esta evacuación forzosa. “Normalmente, llegaban sin avisar a una casa o a la oficina de uno de estos alemanes, y le prevenían de que iba a ser requerido. Ni presentaban sus credenciales ni le daban detalles de sus razones. Posteriormente, se le secuestraba (a menudo en mitad de la noche) y se le trasladaba bajo vigilancia”.
 
Mecánica del secuestro selectivo
 
El organismo que se encargaba de esos traslados era el British Intelligence Objectives Sub Comité, o Bios, que incluía oficiales del Ejército, miembros del departamento de Comercio, el Ministerio de Suministros, el MI-6, el departamento de Guerra y agentes de los servicios secretos. El otro departamento era el Field Information Agency o Fiat, donde trabajaban agentes norteamericanos y británicos, que se encargaban directamente del traslado de las zonas ocupadas por ambos países en Alemania.
 
En algunas operaciones secuestraron hasta a cincuenta científicos de la zona rusa, en Magdeburgo, obligándoles a abandonar sus casas, familias y ocupaciones para trabajar forzosamente en Gran Bretaña. Asimismo, se trasladaron maquinarias y documentos industriales, pues era conocida la fama de los adelantos alemanes durante los años de la guerra. Estos conocimientos científicos eran luego aprovechados por las industrias británicas como ICI o Courtaulds (químicas y farmacéuticas), así como en la industria siderúrgica o aeronáutica. Todos estos activos humanos y materiales eran considerados “botín de guerra”, pues los británicos, mediante una proclama militar, se habían adjudicado el derecho de usar los avances científicos alemanes como reparaciones de los seis años de la contienda.
 
Durante la guerra, la responsabilidad de secuestrar a científicos alemanes recayó sobre la T-Force, una pequeña unidad medio secreta de alta movilidad que se encargó de evitar que cayeran en manos de las autoridades soviéticas, o que sus adelantos industriales fueran destrozados por alemanes rebeldes. Después de la guerra, esa unidad se fusionó en otra llamada Sección de Explotación del Personal Enemigo, que actuó como avanzadilla para secuestrar a los científicos seleccionados por Fiat o Bios. Sobre todo, los británicos buscaban expertos alemanes en acústica submarina, tecnología infrarroja, microscopios electrónicos, munición, óptica y diseño de motores de aviación. También se buscaban especialistas en cuestiones más relacionadas con la industria civil como tratamiento del carbón, procesos de impresión y secretos de perfumería, algunos de los cuales fueron aprovechados por la empresa Max Factor.
 
Según los documentos, al menos 1.500 científicos alemanes fueron forzados a trabajar en estas condiciones, y los que rehusaron, fueron internados en campos de concentración en Alemania o Gran Bretaña. Al final, algunas voces internas de Fiat y Bios proclamaron que debía de pasarse alguna remuneración a las familias de los científicos para que pudieran sobrevivir.
 
Herbert Morrison, lord asistente del primer ministro Clement Atlee, afirmó que todo ello era la mejor manera de evitar que los alemanes se convirtieran de nuevo en un competidor económico.
 
En 1947, el Foreign Office aprobó un mandamiento para acabar de una vez con los secuestros de científicos alemanes, ya que para entonces el objetivo de las potencias aliadas occidentales consistía en apoyar la recuperación económica de la potencia derrotada. Sin embargo, el Foreign Office y el departamento de Defensa se dieron pronto cuenta de que cualquier libertad que se concediera a las empresas alemanas, podría impedir que la industria militar británica vendiera sus armas a otros países, de modo que se obligó a las empresas británicas a contratar oficialmente a los científicos alemanes, incluso a las situadas en otros países de la Commonwealth como Canadá y Australia. Incluso el ministro de Exteriores británicos llegó a decir en plan de burla: “¿No podríamos encontrar la forma de que [los alemanes] pudieran investigar en Kenia?”.

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