El movimiento identitario en Francia

¡Identitarios de Europa, uníos!

Acaba de publicarse el primer libro en español que trata monográficamente el tema de los "Identitarios" con el provocativo título "¡Identitarios de Europa, uníos!" (Ediciones Fides), abordándolo de forma multidisciplinar: orígenes, organización, pensamiento, práctica política, simbología, acciones en la calle y en las redes, etc. Dirigido y coordinado por nuestro colaborador Jesús Sebastián Lorente, el libro reúne textos de Mathilde Forestier, Stéphane François, Robert Steuckers, Emmanuel Casajus, Yannick Cahuzac, una entrevista a Eric Dupin, así como varios textos internos de los Identitarios suscritos por sus principales dirigentes.

Compartir en:

El movimiento identitario cada vez se hace más visible en el paisaje mediático. Mientras los “medias” le dedican artículos y reportajes, la sociedad francesa no parece prestar demasiada atención al fenómeno. Aún peor, los trabajos universitarios, concentrados sobre el Front National (FN), pasan sobre el tema como si no existiera. El movimiento identitario, ¿se considera simplemente como un grupúsculo más? ¿Funciona como todos los demás y reivindica lo mismo que la derecha radical tradicional? ¿Se trata solamente de unos cuantos jóvenes que necesitan algo de acción?

¿Qué significa ser identitario? ¿Qué visión del mundo quieren transmitir? ¿Cómo están organizados? Estas son las cuestiones que intentaremos responder aquí. Se utilizará para ello un retrato del movimiento. Y será cuestión de explorar, de una parte, el terreno ideológico sobre el que se fundamenta el movimiento. De la otra, las formas de acción de este movimiento y su organización interna y estratégica.

Sistema de pensamiento y concepción del mundo: el miedo a la uniformización

Tras la disolución en 2002 del grupo de la derecha radical Unité Radicale por el gobierno francés con motivo del intento de asesinato contra Jacques Chirac, Fabrice Robert, portavoz del grupo, funda el partido político Bloc Identitaire (BI) y se convierte en presidente hasta la actualidad. A través del BI, Fabrice Robert quería crear una nueva estructura legal.  Según sus propias estimaciones, el movimiento identitario reuniría actualmente a unas 3.000 personas –miembros políticos activos– sin contar con los miembros o simpatizantes de otras organizaciones vinculadas o colaboradoras de carácter social, cultural o incluso caritativo.  El periódico Rue89 estima que más de la mitad de los militantes tienen menos de 30 años. El movimiento identitario agrupa al partido político Bloc Identitaire, al movimiento de juventud Génération Identitaire y a la asociación Les Identitaires, encargada de la formación y de la animación intelectual, que es hoy la denominación oficial del movimiento. El movimiento identitarios se apoya también con fuerza en las iniciativas locales, tales como Nissa Rebela o Alsace d´abord

A éstas se añaden satélites tales como la agencia de prensa en línea “novopress.info”. Las publicaciones identitarias son reconocibles por las siglas “ID” –ediciones “IDées”, el boletín trimestral IDentitaires, la revista ID magazine, publicación de doctrina, análisis, así como entrevistas y de formación. 

Génération Identitaire, pequeño movimiento en la familia identitaria, fue lanzada en 2012 con la acción de ocupación de la mezquita de Poitiers. Representa el movimiento de juventud del movimiento identitario y se prodiga en internet. Utilizando los métodos de comunicación viral y buscando la atención de los “medias”, GI se apoya mayormente en representaciones simbólicas, haciendo más sencillo comprender a qué se refieren los jóvenes identitarios cuando hablan de identidad, de Francia y de la historia.

Los militantes de GI se visten de colores amarillo y negro y han tomado como símbolo la letra griega “lambda” (^), que es también una referencia a los espartanos (spartiatas), especialmente a la película “300” realizada por Zack Snyder.  El film 300, que es la adaptación del cómic de Frank Miller del mismo nombre, no es sólo una película popular que relata las guerras médicas entre griegos y persas. Este film está cargado de simbolismo para los militantes identitarios: los espartanos (representantes de la civilización europea) repelen la invasión de los persas (civilización no europea, originaria de Oriente Medio, hoy tierra musulmana). La analogía con los objetivos de los Identitarios es total: los europeos rechazan la invasión musulmana. Pero la representación simbólica va todavía más lejos: los espartanos son representados como filósofos y defensores de la democracia frente a los persas, representados como hordas de bárbaros. Esta es la razón por la que el film suscitó vivas críticas en la esfera intelectual. Así, los Identitarios habrían elegido apoyarse sobre una película que revisita libremente la historia, incluso deformando la antigüedad. Esta referencia les permite, a la vez, consolidar su ideología y también dotar de un aspecto guerrero a su movimiento como continuidad de una cierta tradición europea. El hecho de que los espartanos combatieran la invasión de los persas les dotaría de una mayor legitimidad: como el recurso a la fuerza y a la violencia sólo estaría hoy moralmente legitimado para repeler una agresión, los identitarios se situarían en la escena como víctimas de una invasión islámica –facilitada por la complaciente clase política– frente a la cual ellos deberían defender a su pueblo. Los jóvenes militantes identitarios parecen identificarse mayoritariamente con una visión hollywoodiense de la historia, más que con reales figuras históricas. Los militantes de GI forman parte plenamente de la llamada “generación 2.0”, lo cual es bastante apreciado por los dirigentes más adultos, porque la generación 2.0 controla las herramientas de internet, el marketing viral y el trabajo en redes. 

Ya se trate de jóvenes militantes de GI o de sus mayores del BI, la idea de base está clara: “alzar el estandarte de la identidad frente a la uniformidad”. Atacan tanto la “americanización” como la “islamización” de Francia, aunque sus acciones están dirigidas principalmente contra la comunidad musulmana. La uniformidad (impuesta por el exterior) pondría, según ellos, la identidad francesa en peligro. Esta noción de identidad reagrupa “las tradiciones populares y orales (el lenguaje), las costumbres y la moral, la aceptación de un pasado común (la historia) y la voluntad de vivir juntos en el futuro”.

La identidad jugaría en tres niveles: la identidad “carnal” que es una identidad regional, la identidad “histórica”, es decir, la identidad francesa, y la identidad “civilizacional”, es decir, la identidad europea. Esta definición de la identidad plantea varios problemas: ¿a qué llaman civilización?, ¿a qué parte de la historia se refieren?, ¿cómo se adquiere esa identidad?

Mientras podría imaginarse que la aceptación de un pasado común y la voluntad de vivir juntos en el futuro podrían llegar a representar el cimiento de una sociedad multicultural y la superación de las rivalidades étnicas o religiosas, ello parece ser diferente para los Identitarios. La comprensión de la historia por los Identitarios puede resumirse a través de su eslogan, “una tierra, un pueblo” (prestado de Terre et Peuple de Pierre Vial). En la concepción identitaria existen pueblos bien definidos, separados los unos de los otros, de tal forma que no deberían entrar en interacción. ¿Qué pasaría con los mestizajes, sean internos en el territorio francés o sean llegados del exterior?

Mientras que el politólogo François Gemenne afirma que “(la política migratoria francesa) es la negación de la revolución francesa”, él apela también a que la identidad nacional francesa ha sido construida, después de la revolución francesa, sobre la idea de la abolición de los privilegios por razón del nacimiento. Sin embargo, los Identitarios reniegan de un Estado jacobino y unitario que viola las identidades locales tanto como los valores de la revolución francesa. En su comprensión de la identidad, los Identitarios se refieren a personajes prerrevolucionarios tales como los espartanos o incluso Charles Martel. Sus referencias hacen abstracción de los últimos siglos de historia de Francia para no recordar sino las referencias guerreras o romantizadas y edulcoradas de los campesinos trabajando la tierra (como puede comprobarse en los motivos medievales y caballerescos de sus carteles de propaganda).

Sin embargo, es reseñable ver que este imaginario, anclado en un período pre-Revolución francesa y pre-Ilustración, se sirve de imágenes y códigos visuales propios del lenguaje televisivo y publicitario, igual que sucede con el cine hollywoodiense.

La noción de identidad a la que se refieren los militantes identitarios es tan problemática como esencialista: según los Identitarios, la identidad se adquiere y se transmite a través de la filiación. Así, nuestra identidad nos sería dada por el nacimiento y no podría cambiar en el curso de una vida. Sería casi parte de nuestra genética. Sin embargo, en las ciencias sociales, la identidad es frecuentemente definida como un proceso que se construye a lo largo del desarrollo individual. No puede ser, entonces, remitida al nacimiento.

Para “defender la identidad” los Identitarios no se reivindican ideológicamente de ninguna teoría en particular. No creen en teorías que son cortinas de humo, ni en soluciones milagrosas, ni en doctrinas hechas a medida. Ellos se inspiran tanto en la derecha como en la izquierda, ya sea a través del estudio de los pensadores de la Nouvelle Droite, tales como Alain de Benoist, o sea en los escritos de la filósofa Simone Weil sobre la identidad y el arraigo. Sitúan su inspiración en el socialismo francés según Proudhon o en el federalismo europeo de Foueré, o incluso en el pensamiento ecológico de Serge Latouche. De esta forma, el espectro teórico en el que se inspira el movimiento identitario es muy amplio, pero hay que discernir algunas nociones claves.

Etnopluralismo

Con el eslogan “100% identidad, 0% racismo”, el movimiento identitario intenta distanciarse de la imagen racista de la derecha radical. El racismo reposa, por una parte, en la creencia de que la humanidad puede ser categorizada según las razas, y por otra parte, sobre la creencia de que esas razas no son todas iguales, que existe una jerarquía entre ellas. Dado que el movimiento identitario no habla nunca de razas sino de culturas e identidades y que no explicita claramente una jerarquía entre esas culturas, no se puede, desde nuestra definición del racismo, calificar de racista. 

Aunque no sea cuestión de hablar propiamente de “razas” en relación con los Identitarios, su definición de identidad y de cultura no es, por ello, menos biológica. En efecto, según los Identitarios la identidad cultural es inmutable y transmitida por filiación. Lo que impide a toda persona, por ejemplo no nacida francés, adquirir esa identidad, incluso si ella se siente próxima o identificada. Esta visión de los pueblos deriva del concepto de “etnopluralismo” reivindicado por la Nueva Derecha. De acuerdo con los etnopluralistas y con los racistas clásicos, todos los grupos humanos poseen características inalterables y fundamentales que hacen que ellos se diferencien de los otros grupos humanos. Mientras que los racistas clásicos reivindican la pureza de la raza, los etnopluralistas reivindican la pureza cultural: la homogeneidad de los pueblos es un elemento muy importante para los etnopluralistas. A semejanza de los etnopluralistas, los Identitarios estiman que una de las amenazas a combatir es el “jacobinismo mestizante”.  

Hegemonía cultural

Uno de los grandes temores de los identitarios se llama “uniformización”. «Nosotros diríamos que el enemigo principal es la ideología de lo Mismo, según la cual la igualdad y la uniformidad son las claves del paraíso en la tierra». En este esquema, cualquier movimiento o idea con ambición universal se convierte en una amenaza para los Identitarios. Ellos distinguen cinco grandes amenazas: 1. El jacobinismo y el centralismo, que ha unificado Francia e intenta unificar Europa. 2. El complejo “antirracista” y “etnomasoquista”, que engendra la uniformización por la promoción del mestizaje. 3. El capitalismo ultraliberal, que conduce a la uniformización mundial mediante la promoción del modelo ciudadano-consumidor. 4. La política expansionista de los Estados Unidos, que intenta imponer el “american way of life” por todo el planeta. 5. El Islam que, con una vocación universal, es una “religión conquistadora” que quiere uniformar el mundo “sometiendo a los no-musulmanes a la Sharía”. 

De esta forma, los Identitarios abogan por la homogeneidad de los pueblos y la heterogeneidad entre los pueblos. Son adversarios de una uniformización por el exterior, imponiendo en una sociedad multicultural la uniformización por el interior. Rechazan todo lo que puede venir del exterior, sea en la lengua, la alimentación (“ni MacDonald, ni Kebab”), los gustos musicales y todo lo que atraviesa la vida cotidiana. La lucha de los Identitarios contra la “hegemonía islámica” y contra la “islamización de la sociedad francesa” justifica para ellos cualquier acción contra el islam.

La práctica política

Leyendo el programa político del BI se comprende mejor por qué el movimiento identitario no se reivindica de ninguna teoría en particular, sino más bien como una “encrucijada” de corrientes de pensamiento. El programa del BI tiene una tendencia regionalista, bastante anclada en lo local y en la lucha contra la globalización. Cuatro líneas políticas deben discernirse: 1. Reforzamiento de las identidades locales mediante el paso de un Estado central a un Estado federal. 2. Una construcción social más fuerte, que se dirigiría a los franceses “de origen” (de pura cepa). 3. Reflexiones sobre la protección del medioambiente. 4. Europa: “Una Francia de las regiones en una Europa de las naciones”. Interesa aquí especialmente la cuestión migratoria, porque la mayoría de las acciones llevadas a cabo y la mayoría de los artículos publicados por el movimiento identitario afectan a este tema y porque se encuentra en el núcleo de la representación que los identitarios se hacen de la sociedad.

Un importante motivo o hilo conductor del BI es la idea de “vivir y trabajar en el país”. Frente a una economía globalizada donde reina la movilidad y la flexibilidad, los Identitarios defienden el arraigo. En la lógica de “una tierra, un pueblo”, cada cual debería poder trabajar en su propio país, en su propia región. Así, los Identitarios abordan la cuestión en dos planos: las migraciones internas campo/ciudad y las migraciones exterior/interior.

Es importante para los Identitarios que el Estado ejecute una política activa en materia de descentralización a fin de “permitir a sus agentes trabajar en su región de origen en lugar de obligarlos a una movilidad que es sinónimo de desarraigo”.  Por ejemplo, los profesores deberían poder trabajar en su región de origen. Pero, si bien es importante que las condiciones de trabajo en la región de origen de una persona sean garantizadas por el Estado, para precisamente no forzar un cierto “desarraigo”, podría sin embargo resultar liberticida no poder trabajar más que en su propia región. Los Identitarios presentan sistemáticamente la movilidad como una obligación restrictiva impuesta por la sociedad y el mercado actuales. 

En términos de inmigración, los identitarios estiman que “la integración no funciona”. La integración habría fracasado y “una buena parte de las poblaciones de origen inmigrante jamás podría integrarse en Francia”. Esta es la razón por la que los Identitarios desearían ver a los inmigrantes retornar a sus países de origen. La primera cuestión que se plantea es la siguiente: ¿cuáles son las poblaciones de origen inmigrante? ¿Un inmigrante es aquel que no tiene la nacionalidad francesa? ¿Se incluyen a los hijos procedentes de la inmigración, que han nacido franceses y siempre han vivido en Francia?

Contra la lógica integracionista, los Identitarios proponen una política de expulsión en dos tiempos. A corto plazo, los Identitarios desean simplemente expulsar a los clandestinos y a los delincuentes. A medio plazo quieren firmar acuerdos de colaboración con los países de origen para facilitar el retorno de los extranjeros a su país en un plazo de quince años. Según los Identitarios resulta insuficiente impedir la instalación de inmigrantes en Francia, habría que lograr también que los inmigrantes que ya viven en Francia regresen a sus países de origen. Desearían que los inmigrantes recobren un “estatuto de extranjero”, es decir, que ellos vendrían a Francia para formarse y trabajar, retornando posteriormente a su país de origen para hacer fructificar la experiencia adquirida (en Francia)”. 

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar