Los periódicos de Estados Unidos ya tienen tema de discusión para las próximas semanas. Un tribunal formado por cinco jueces (cuatro contra uno) dictaminó que las leyes que protegen a las minorías y que combaten la segregación racial son discriminatorias. ¿Por qué? Pues porque los padres de un niño blanco no consiguieron plaza en un colegio de su municipio a pesar de que sobraban plazas. Según la ley, los colegios deben mantener los porcentajes raciales, y en aquel colegio ya había demasiados blancos. Los padres reclamaron y ganaron el caso. Muchos norteamericanos aplauden. Otros creen que el país ha vuelto a los tiempos del secesionismo.
Sagradas enmiendas
Hagamos un poco de historia. Toda esta discusión parte de la llamada 14ª enmienda de la Constitución de EEUU. Las enmiendas son unas de las cuestiones más citadas en las películas, y los no entendidos intuyen que detrás de ellas hay algo serio. Pero, ¿por qué se llaman “enmiendas”? La respuesta está en la propia palabra. Cuando los padres de la patria aprobaron la Constitución en 1888, después de la guerra de Independencia, se dieron cuenta de que se les habían olvidado muchas cosas. Por ejemplo, una norma para consagrar la libertad de expresión, que es la primera enmienda. Otra para que la población pudiera portar armas, en caso de que los ingleses volvieran a la carga, que es la segunda enmienda. Por eso, para los americanos llevar armas no es una bravuconería o una sinrazón, sino un derecho que posee raíces históricas sagradas, y un país que no tiene historia, cuida sus poco más de dos siglos de existencia como si fueran oro en paño.
Y una de las enmiendas que se introdujo 80 años después de aprobada la Constitución fue la número 14. Se trataba de integrar a los negros, una vez abolida la esclavitud, y en su texto dice que ningún estado de la Unión podrá menoscabar los derechos de cualquier ciudadano americano, ni mucho menos su igualdad ante la ley. Lo paradójico es que esta enmienda fue generosa con los negros, pero no con los indios, que no eran aceptados como ciudadanos hasta que se aprobó más tarde una ley especial, a pesar de que llevaban en esas tierras algún milenio más o menos.
Basándose en la decimocuarta enmienda aprobada en 1868 (después de la Guerra de Secesión), en 1952, un negro llamado Oliver Brown la emprendió contra un consejo escolar de Topeka (Kansas) por discriminar a su hijo y no aceptarlo en un colegio de blancos. Fue el primero en ganar esta demanda, el primero a pesar de que ya se habían presentado muchas. Aquello cambió el sistema de escolarización, blancos y negros podían estar en las mismas clases, fue llevado al cine, pero siempre ha supuesto un motivo de controversia.
Blancos y negros
Dado que el derecho americano no está basado en interpretar la ley sino en casos resueltos, es decir, en la jurisprudencia, hace unos días los jueces se han servido del caso Brown para amparar a un niño blanco, al que se le negaba su derecho a estudiar en un colegio a pesar de que sobraban plazas. ¿Qué revela todo esto? “Que los colegios americanos se han hecho más segregacionistas a medida que la diversidad racial en EEUU ha aumentado”, decía hace unos días un articulista de The New York Times.
Pero no se trata de una conspiración sino de algo que surge naturalmente de la forma de vida norteamericana. Quien haya visitado EEUU sabrá que los blancos viven en los suburbios de las grandes ciudades, mientras que negros, hispanos y otras minorías viven en los downtowns, en los centros metropolitanos, o en los barrios marginales. Los niños blancos van a colegios donde el 80% es blanco porque quedan cerca o dentro de sus urbanizaciones, mientras que el resto, los negros y los hispanos, tienen que ir a sus colegios de barrio. Debido a que el nivel económico y la situación familiar de las minorías no es lo que se dice un caldo de cultivo para desarrollar facultades intelectuales (padres separados, pobreza, falta de medios, criminalidad…), los colegios de los niños pertenecientes a las minorías raciales tienen un nivel más bajo que los de los estudiantes blancos. Por lo tanto sus notas son peores, su acceso a la universidad reducido, y su triunfo en la vida profesional, dudoso, o menos brillante.
A muchos les ha molestado que los blancos se hayan servido del caso Brown para escolarizar a un niño. Dicen que eso va a aumentar la discriminación racial en las escuelas. Quizá sea verdad que el caso Brown ya no sirve para resolver el grave problema educativo en EEUU. Pero también es verdad que las escuelas de blancos administradas por blancos tienen un alto nivel de eficiencia, y que no se les puede condenar por ser eficientes. Son escuelas, también es verdad, que gozan de donaciones generosas de familias blancas más ricas y, como buenos americanos, exigen eficiencia a los profesores y administradores. Pero, ¿no haría lo mismo cualquier familia que donase parte de sus ingresos a un colegio?
Un columnista de The New York Times decía esta semana que ya no vale con echar la culpa al racismo porque “muchas deterioradas escuelas en las grandes ciudades están gestionadas por superintendentes negros y consejos escolares negros” y terminaba diciendo que lo importante es que los líderes más temerarios tomasen la decisión de dar buena educación a todos los niños y se olvidaran del caso Brown.
Los colegios norteamericanos para blancos empezaron a aceptar negros en los años cincuenta y desde entonces se inició una batalla que dura hasta hoy. El problema que se presenta es que si un colegio tiene que instaurar cuotas raciales en nombre de la igualdad, está discriminando a unas razas en beneficio de otras. Una verdadera contradicción porque significa que es una práctica racista.
¿Y en España?
En España, debido al crecimiento de minorías raciales o de inmigrantes, se presenta un problema parecido. Un niño español puede no obtener plaza en el colegio de su barrio por el simple hecho de que su familia tenga un nivel de ingresos más alto que la media. Debido a que el Ministerio obliga a los colegios públicos y concertados a integrar a los inmigrantes por ley, y si no la cumplen pierden las ayudas del Estado (en el caso de los concertados), muchos niños españoles se quedan sin plaza en su barrio.
El próximo día: inmigración y escuela en España.
Los colegios ingleses se dividen por razas