En Europa y Oriente Medio

El doble juego de EE. UU. y Occidente

Desde hace tiempo, Estados Unidos ha establecido en Oriente Medio una «estrategia del caos» destinada a derribar los regímenes laicos a favor de los movimientos islamistas, con el fin de desmantelar aparatos estatales y militares que no podían controlar, para remodelar seguidamente toda la región.

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Varios videos se han convertido en virales en Internet. Uno de ellos es del general Wesley Clark, antiguo jefe de la OTAN; el otro, de George Friedman, presidente de Strafor, una sociedad privada de espionaje establecida en Tejas y notoriamente vinculada a la CIA. El primero está trastornado por el cinismo de la Casa Blanca; el otro lo reivindica lleno de orgullo. Es difícil en estas condiciones saber qué política pretenden desarrollar en Europa los Estados Unidos…
Y, sin embargo, esta política tiene el mérito de haber sido siempre la misma. Desde 1945 el objetivo de Estados Unidos es favorecer la Europa-mercado en detrimento de una Europa-potencia que pudiera convertirse en su rival. A ello se añade, desde la dislocación del sistema soviético, otro objetivo vital: impedir que Europa Occidental establezca una asociación con Rusia. George Friedman lo ha recordado después de que también lo hubiera hecho Brzesinski: como gran Potencia del Mar, el interés primordial de Estados Unidos consiste en impedir la unificación de la gran Potencia de la Tierra, es decir, del conjunto geopolítico eurasiático. EE. UU. controla todos los océanos del mundo, cosa que ninguna potencia mundial había hecho antes («La base de nuestro poder estriba en conservar el control del mar y del espacio»), pero EE. UU. no tiene la capacidad de ocupar Eurasia. Por tanto, debe dividir para reinar.
En un primer momento, suscitó en Europa del Este toda una serie de «revoluciones coloradas» gracias a las cuales intentó extender la OTAN hasta las fronteras con Rusia. Actualmente está intentando crear un «cordón sanitario» orientado en contra de Moscú, de forma que Europa quede cortada en dos desde el Báltico hasta el Mar Negro. Este proyecto «zona-tampón» cuenta con el apoyo de los Estados bálticos, Polonia, Ucrania y Bulgaria, pero se enfrenta con las reticencias o con la oposición de Hungría, Serbia y Austria. La instrumentalización del golpe de Estado producido en Kiev en febrero de 2014 se sitúa obviamente dentro de este marco, al igual que el actual intento albano-islamo-mafioso de desestabilizar Macedonia a fin de impedir que se realice el proyecto Turkish Stream, ya aprobado por el nuevo gobierno griego, lo cual permitiría a los rusos llevar su gas a Europa Occidental sin tener que pasar por Ucrania.
También dentro de esta óptica debe situarse el proyecto de Tratado Transatlántico, que tiene por principal finalidad diluir la construcción europea en un vasto conjunto interoceánico carente de toda base geopolítica, convirtiendo a Europa Occidental en el patio trasero de Estados Unidos e impidiendo a las naciones europeas controlar sus intercambios comerciales, favoreciéndose por el contrario las compañías multinacionales ampliamente controladas por las élites financieras norteamericanas.
El gran interrogante es Alemania. El mayor temor de EE. UU. estriba en la alianza de la tecnología y del capital alemanes con la mano de obra y los recursos naturales rusos. «Unidas —declara Friedman—, Alemania y Rusia representan la única fuerza que podría amenazarnos, lo cual hace que debamos asegurarnos de que no ocurra». De momento, Alemania parece inclinarse ante los diktats de Washington. Pero ¿será siempre así?

En Oriente Medio las cosas son tan complicadas desde hace algunos meses que muchos ya no entienden nada. ¿Qué papel Estados Unidos juega en la región?
Desde hace tiempo, Estados Unidos ha establecido en Oriente Medio una «estrategia del caos» destinada a derribar los regímenes laicos a favor de los movimientos islamistas, con el fin de desmantelar aparatos estatales y militares que no podían controlar, para remodelar seguidamente toda la región según planes establecidos mucho antes de los atentados del 11 de septiembre. Así es como los Estados Unidos, en el marco de la invasión de Irak, crearon el Estado Islámico (Daesh),el cual se volvió luego contra ellos. Fue entonces cuando Estados Unidos empezó a acercarse a Irán, lo cual suscitó la inquietud de las monarquías del Golfo, que temen por encima de todo la influencia regional de Teherán (de ahí, la actual operación lanzada en Yemen contra los rebeldes chiítas). Así pues, existen actualmente tres guerras en una: una guerra suicida contra Siria, en la que los occidentales son los aliados de hecho de los yihadistas; una guerra de Estados Unidos contra el Estado islámico; y una guerra de las dictaduras del Golfo y de Turquía contre el eje Beirut-Damás-Teherán, con Rusia al fondo.

¿Y qué pinta Francia en todo ello?
No pinta gran cosa. Reivindica la laicidad, pero privilegia sus relaciones con las petromonarquías más obscurantistas. Acerca de los inmigrantes que afluyen por miles desde el Mediterráneo —huyendo no de la miseria o de la tiranía, como se repite sin cesar, sino de la guerra civil y del caos que los occidentales han contribuido a engendrar en sus países—, le preocupa más que no se ahoguen que naufragar ella misma; le inquieta más acogerlos que impedirles entrar. Los alemanes ya miran con desdén a Francia, los españoles e italianos ya no esperan nada de ella, y los ingleses siguen considerando el French bashing [la denigración de lo francés] como un deporte nacional.
Por su parte, el Kremlin ya no se hace ilusiones: Francia ya no puede tener una política exterior digna de este nombre, puesto que inclina la cerviz ante los norteamericanos. La prueba más elocuente es la negativa francesa de entregar a los rusos los barcos Mistral que ya habían pagado, así como el escandaloso boicot de las ceremonias celebradas en Moscú con ocasión del 70.º aniversario de la derrota del Tercer Reich. Desde este punto de vista, hay una completa  continuidad entre Sarkozy y Hollande. La UMP se va llamar a partir de ahora «los Republicanos», mientras que el Partido Socialista ya no es más que un «partido demócrata» a la americana. Ya sólo queda por denominar «Casa Blanca» al Palacio del Elíseo ¡y todo estará más claro que el agua!

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