¿Quién mató a Boris en Moscú?

Repasemos rápidamente y sin a priori las diversas hipótesis que se plantean.

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Por dudosas que a veces sean las costumbres y prácticas políticas, judiciales o financieras en Rusia, donde uno se topa con un abuso de poder en cada esquina y donde los tribunales tienen la mala costumbre de tomar por órdenes los deseos del Gobierno […], Rusia no gime bajo ninguna opresión como la existente bajo el látigo de los tártaros, el
knout de los zares o el yugo comunista. Putin no es un dictador.
Como lo prueba, a contrario, el éxito y la pacífica celebración de la marcha de protesta organizada por la oposición después del asesinato de Boris Metsov. 70.000 manifestantes pudieron expresar su reprobación, sus sospechas y su condena de la política llevada a cabo por Vladimir Putin en Ucrania.
Bajo una dictadura nadie se manifiesta. No hubo una sola manifestación, y aún menos una manifestación masiva durante los 29 años del reino de Joseph Stalin, ni una sola marcha de protesta en Alemania durante los 12 años que duró el régimen nazi. Bajo una dictadura, si uno se manifiesta es arriesgando su libertad y acaso su vida. Como ocurrió en China, en la plaza Tien An Men hace un cuarto de siglo. O como sucede hoy mismo en Irán o en Egipto.
¿Quién le disparó a Boris Nemtsov? […]
Repasemos rápidamente y sin a priori las diversas hipótesis que se plantean.
¿Un drama pasional? ¿Por qué no?, aunque el modus operandi hace pensar en profesionales, los cuales pueden haber sido perfectamente reclutados y pagados.
¿Un ajuste de cuentas, basados en turbios tráficos y mafiosas complicidades? No parece corresponder en absoluto a la personalidad de Nemtsov, quien había escogido una vía en la que no hay nada que ganar.
¿Un atentado islamista, dado que el antiguo viceprimer ministro había expresado su solidaridad con los periodistas de Charlie? Sería el primero de este tipo en Rusia.
¿Un golpe de los servicios secretos occidentales —norteamericanos— que lo habrían montado para desacreditar al presidente ruso? El golpe en cuestión sería particularmente retorcido, lo cual no es desde luego ningún motivo para descartar su posibilidad; pero ¿quién puede imaginar, si tal fuese el caso, que los servicios rusos no remontarían hasta su origen, creando, con razón, un escándalo de dimensiones mundiales?
Entonces… ¿Putin? El pasado y el carácter del antiguo oficial del KGB son tales que no dudaría desde luego en hacerlo, como tampoco habrían dudado un Richelieu, un Bismarck o un Churchill en ordenar o en cubrir una operación de este tipo, si la considerara necesaria para el bien del Estado. Pero surgen de inmediato algunas grandes objeciones. […] La actividad y la popularidad de Boris Nemtsov, ¿constituían acaso una amenaza para el presidente ruso? En absoluto. ¿Era una bomba el informe sobre el que, según se dice, estaba trabajando? Aunque dicho informe hubiese confirmado la implicación de Rusia en la guerra civil ucraniana, la revelación de semejante secreto a voces no habría sorprendido a nadie. Si nos preguntamos a quién beneficiaba el crimen, no se ve qué interés podía tener Vladimir Putin de hacer caer sospechas y oprobio sobre su persona, su poder y su país. ¿Qué ganaba echando tales piedras sobre su propio tejado?
En cambio, parecería más dentro de lo normal que, en medio del clima de violencia verbal y física que ha desencadenado el conflicto ucraniano, bajo el incesante martilleo de una propaganda que sin matiz alguno califica  y denuncia como traidores a la patria y vendidos al extranjero a quienes condenan el apoyo dado por Moscú a los separatista de Donbass, un individuo o un grupo de individuos ligados a éstos y a los cuantiosos grupos alcohólico-neandertalo-patrióticos que asolan el país, hubieran decidido dar un escarmiento al traidor Nemstov.
Sea como sea, y puesto que, recordando al policía que fue en su juventud, Vladimir Putin ha prometido llevar a cabo y supervisar personalmente la investigación, es a él a quien le incumbe responder lo antes posibles a las tres preguntas que se plantean: ¿Quién ha matado a Boris Nemstov? ¿Por qué? Y, eventualmente, ¿por orden de quién?
Lo que está en juego en este asunto no es sólo la verdad. Es su honor y el de Rusia.
© Boulevard Voltaire

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