Que España está jodida es algo que nadie con un mínimo de lucidez mental duda.
Que España está jodida es algo que nadie con un mínimo de lucidez mental duda.
Si esta situación es reversible es algo sobre lo que hay muchas dudas. Unos sostienen que basta con unas pocas reformas, y otros –PP y PSOE– creen que hay que hacer ver que algo cambia… para que todo siga igual, aplicando la tesis de El Gatopardo del duque de Lampedusa.
Pero la situación es muy grave, y no admite componendas, como lo veremos en las próximas elecciones, en las que una coalición de izquierdas, previsiblemente encabezada por Podemos, se hará con el poder. Pero no una izquierda civilizada, sino una tropa de guerracivilistas, ávidos del poder y, sobre todo, de entrar a saco en las arcas públicas para socializar la miseria.
Las propias reformas del PP para maniatar y controlar al Consejo General del Poder Judicial,se volverán en su contra, pues con las mismas armas la izquierda rampante hará girar a los jueces, siempre sumisos –y muchos cobardes– hacia la defensa de sus postulados.
¿Cómo se ha jodido España? Para mí hay varios hitos fundamentales en ese itinerario o viacrucis de cesiones, de pase de un proyectado Estado de derecho a una situación de auténtico desecho:
1º. La sentencia del caso RUMASA, en 1983, que supuso el total y absoluto desprestigio del Tribunal Constitucional, y su reconversión en un tribunal prostitucional, siempre al servicio del poder.
Que a una persona se le pueda desposeer de todo lo que tiene sin indemnización alguna, ignorando el artículo 33 de la Constitución, dice bien a las claras en qué país estamos.
2º. No contentos con este atropello se produce en 2010 la sentencia sobre el Estatuto de Autonomía catalán, dictada con “sólo” cuatro años de retraso –cuando Cataluña en el ínterin había aprobado numerosas leyes de desarrollo–, con lo que quedó claro que nada podemos esperar del Tribunal Constitucional.
3º. La reforma de la Ley orgánica del poder judicial, en 1985, que permitió la “ocupación” por los partidos políticos del Consejo General del Poder Judicial. El Tribunal Constitucional declaró la “constitucionalidad” de este atropello al Estado de derecho, con una de sus estúpidas sentencias que tanto daño han hecho a la democracia.
El cínico Alfonso Guerra ya avisó de “que Montesquieu había muerto”, dando a entender que volvíamos a un sistema de unidad de poder y coordinación de funciones, como en el régimen franquista.
Y desde entonces, el sistema se ha ido degenerando, en caída libre, con un aparato judicial que persigue a los jueces que intentan hacer justicia, enfrentándose a los poderosos, tanto del mundo económico como del político. Sentencias ad hoc, como la famosa doctrina Botín, creada ex profeso y ex novo para el susodicho, o interpretaciones de lo más variopintas, siempre en beneficio del poderoso. Los casos son tantos que superan los límites de un simple artículo, pues haría falta un libro para detallarlos.
4º. El latrocinio generalizado de los fondos públicos, en muchos casos con total impunidad, o con unas sentencias muy benignas, que no disuaden a nadie de robar, y menos cuándo en la mayoría de los casos no se han devuelto las cantidades sustraídas, o se ha hecho en cantidades ínfimas.
No vamos a citar todos los asuntos descubiertos, pues la relación sería interminable, pero podemos recordar a Roldán, a la directora general del BOE, los ERES andaluces, la familia Pujol, los “comisionistas” del AVE, etc.
Nuestros juzgados y tribunales han sido incapaces de poner coto a esos robos, lo que ha hecho que en la población cunda el desánimo ante una situación en la que vemos que el dinero que tan trabajosamente ganamos es despilfarrado y sustraído con la mayor alegría…
Por no hablar del enriquecimiento de Juan Carlos I, con una fortuna de más de 2.000 millones de euros (según la prensa extranjera, evidentemente), colocada en paraísos fiscales, las “aventuras” de su hija Cristina y su aventajado yerno Urdangarín, que en su suegro tenía dónde inspirarse, etc. Cuándo el de arriba hace lo que no debe de hacer, difícilmente se puede exigir ejemplaridad al de abajo.
En resumen, el actual régimen se está pudriendo desde 1982, más o menos, y ya agoniza. Ignoro lo que vaya a surgir de sus cenizas, pero presiento lo peor.