Breve historia de un gran fracaso

Nacimiento y muerte de la Unión Europea

Tomislav (Tom) Sunic (1953, Zagreb, Croacia) es un ex diplomático croata, autor, traductor y profesor en EE. UU. Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de California, ha escrito varios libros y numerosos artículos académicos y de prensa en francés, alemán, inglés y croata. Sunic es una figura relevante de la Nueva Derecha europea, que es el tema principal de sus obras.

Compartir en:


Señales de decadencia
Los padres fundadores de la Unión Europea (UE) cometieron diversos errores costosos:
Primero.- Se creyó que la economía, y no política, era la mejor herramienta para llevar a cabo la unificación de Europa;
Segundo.- Los planes acerca de los límites de la expansión de la UE no estaban claros;
Tercero.- Los flujos inesperados y crecientes de inmigración no europea como resultado de la ley de hierro del capitalismo, combinados con el sentimiento de culpa cristiano inspiró el ecumenismo “ama al vecino de color”.
Las primeras señales de la decadencia no tardaron mucho en llegar. El Tratado de Ámsterdam de 1997, el Tratado de Niza de 2001 y el Tratado de Lisboa de 2007 fueron intentos de lavar la cara y rectificar errores contenidos en el mito fundacional del Tratado de Maastricht de 1992.
Bastante relevante es el hecho de que el predecesor de la UE, la Comunidad Económica Europea, siguiendo el Tratado de Roma de 1957, adoptase el nombre de “Económica” y no el de “Comunidad Política”. La creencia subyacente, inherente al liberalismo, era que solo a través del  beneficio económico – solo a través de la eliminación de barreras comerciales y fronteras estatales, y con la libre movilidad de personas, bienes y capital – el antiguo odio entre los europeos desaparecería. El resultado de semejante delirio se hace visible cada día.
La UE no ha mostrado un pensamiento muy democrático hacia sus Estados miembros. En 1992 Dinamarca voto en un referéndum contra el Tratado de Maastricht; en 2001 Irlanda voto contra el Tratado de Niza e Irlanda votó de nuevo en contra del  Tratado de Lisboa. El resultado popular de estos referéndums nacionales fue menospreciado por los líderes de la UE con las palabras: “vuelve a intentarlo más adelante.” Respecto al principal motor de la UE, Alemania, todo referéndum en cualquier aspecto está prohibido por ley, debido al estatus legal de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. Por decirlo de forma clara y políticamente no muy correcta, Alemania es un país ocupado con 50.000 tropas americanas asentadas en su suelo.
Unión de Transferencias: Unión de Austeridad
La burocracia centralizada de Bruselas regula cada aspecto de la vida de los estados miembros de la UE. Cuando un país es rescatado, la UE es designada para convertirse en una “unión de transferencias”, con los países ricos, como Alemania, marcando las pautas a los países a rescatar. Así, basándose en la indisciplina financiera final, el dinero de los rescates que se reparte es entregado a los bancos insolventes de los estados que se enfrentan al rescate. Esta práctica es una contradicción con el artículo 125 del Tratado de Maastricht, que prohíbe a cualquier estado miembro de la UE rescatar a otro estado miembro. Pero esto no le preocupa a nadie. La mística del mercado necesita prevalecer en la UE – en este sentido, es bastante parecido a la ejecución de la mística marxista en la antigua Unión Soviética. Por ejemplo, teniendo en cuenta la disparidad en la actividad económica entre Rumania y Alemania y sus divergentes sistemas impositivos, sería absurdo creer que el mercado puede suavizar todas las dificultades.
El Euro, introducido como moneda única en las economías de 17 estados miembros a principios del siglo XXI con la esperanza de acelerar la convergencia de las economías nacionales, ha empeorado los niveles de vida de los ciudadanos europeos. Las decisiones de la UE de eliminar todas las barreras al libre comercio ha dado como resultado la llegada de bienes no europeos de bajo precio producidos en economías emergentes del lejano Oriente, involucradas en todo tipo de dumping (social, fiscal, ambiental, etc.). El mercado de trabajo de los países orientales, incluyendo India y China, con una población de 3.500 millones de personas, tiene una gran ventaja comparativa en lo que respecta a generr mano de obra barata y bienes de precio bajo a Europa. Inevitablemente esto da lugar a una importante caída de los salarios europeos, acompañados de una constante externalización y deslocalización de las industrias manufactureras intensivas en mano de obra.
El Euro hubiera podido tener sentido si hubieran tenido lugar dos condiciones: la existencia de una fuerte unión aduanera, con impuestos proteccionistas y el cuidado de que las disparidades económicas entre los Estados miembros de la UE ricos y pobres no se hubieran incrementado. Sin embargo, este no ha sido el caso. La moneda común europea impuso un único tipo de interés en los 17 estados miembros y en los 11 países restantes que permanecieron fuera del Euro y cuya moneda local tenía una paridad fija con el Euro. El Banco Central Europeo, con sede en Frankfurt, es similar a la Reserva Federal de los Estados Unidos, es el verdadero soberano político de Europa; tiene más influencia en la política interior y exterior que cualquier estado o gobierno local de la UE.
Otro proyecto angustioso es la euro-americana “Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión” (TTIP en inglés), creado en 1998. Este proyecto estaba liderado por la Comisión Europea y oficiales del gobierno de Estados Unidos, se creó para crear un mercado transatlántico en todo lo relativo a comercio e inversión. En Junio de 2013, la Comisión Europea negoció con el gobierno de los Estados Unidos un gran mercado transatlántico común diseñado para eliminar barreras al comercio entre Estados Unidos y Europa y traer así más prosperidad a los ciudadanos europeos y americanos. Una retórica similar respecto a “la prosperidad de todos los ciudadanos europeos” podía oírse en Europa en la víspera del Tratado de Maastricht, cuando la Comisión Europea sentó cátedra sobre la implementación del mercado único europeo, previsto para 1992 y considerado con la capacidad de generar entre 2 y 5 millones de trabajos nuevos. ¿Dónde están esos trabajos? En su lugar, en Junio de 2014, en la UE había más de 25 millones de desempleados, sin incluir a los trabajadores con contratos temporales.
En la edición del 2 de Febrero de 2014, The Wall Street Journal citó las palabras de la Comisión Europea afirmando que “el TTIP es el paquete de medidas estimulantes más barato posible.” El autor del artículo de The Wall Street Journal sigue con su vena optimista, añadiendo que “la UE y los Estados Unidos pueden esperar más de 250.000 millones de PIB adicional y cientos de miles de trabajos de una asociación exitosa, de acuerdo al Centro de Análisis Político Europeo”. Semejante euforia en la retórica es propia de los antiguos cuentacuentos soviéticos.
De lo que el TTIP no habla es de garantizar los derechos del trabajo; no menciona el papel decreciente de los sindicatos en Europa, los cuales han sido durante el último siglo la única red de seguridad para los trabajadores europeos, incluso en mayor medida que en los Estados Unidos. Sin embargo, en el mundo global actual, para mantener la competitividad, una empresa debe reducir los costes de producción. Obviamente, esto implica la reducción constante de los salarios y beneficios de los trabajadores y, hablando en términos generales, la reducción de las asignaciones presupuestarias para el estado de bienestar en Europa.
Otro factor que afecta al escaso crecimiento en Europa, tal y como escribe Alain de Benoist en su nuevo libro que trata sobre el próximo apocalipsis de Europa, es la inmensa presión de los grandes accionistas. En el sistema capitalista moderno, tanto en los Estados Unidos como en la UE, las compañías financian a los accionistas y no al revés. Los accionistas modernos siempre asumen que una compañía debe estar a su servicio – empezando por los fondos de inversión. De forma predecible, los accionistas quieren maximizar el valor de sus ganancias de capital incluso si esto significa que una empresa nacional deba reducir salarios, llevar a cabo despidos masivos y destinar ciudadanos locales a países remotos.
El capitalismo y la cristiandad se cruzan
El tercer problema de la Comisión Europea, que aunque no lo comenta públicamente, es el más serio y el que más le preocupa, son los costes sociales y raciales de la inmigración no-europea en Europa. La inmigración siempre ha sido un fenómeno vinculado a grandes negocios. Actualmente, según las estadísticas oficiales, la UE, con sus 500 millones de personas tiene más de 71 millones de inmigrantes, tal y como mencionaba Le Monde, diario francés de difusión masiva y de carácter muy políticamente correcto. Según estadísticas recientes, España, Alemania y el Reino Unido tienen más de la mitad de todos los inmigrantes de la UE, es decir el 6,5% de la población de la UE. En 2010 había 47,4 millones de residentes extranjeros, lo que representaba el 9,4% de la población total, de los cuales 16 millones habían nacido en otro estado miembro de la UE, mientras que 31,4 millones nacieron fuera de la UE. En 2007, de los 82,3 millones de habitantes de Alemania, 15,4 millones tenían un “origen migratorio” (Migrationshintergrund)  –eufemismo políticamente correcto que los medios de comunicación y las autoridades alemanas utilizan para denominar a los inmigrantes no-blancos.
Es importante y necesario ser cuidadosos con el conteo estadístico de la inmigración, un procedimiento a menudo falseado por las autoridades académicas, que lo consideran como la base más fiable para el estudio de la inmigración. La cifra de 71 millones de inmigrantes en la UE no especifica si esta figura incluye inmigrantes ilegales, o el número de personas de origen europeo que se han desplazado a otros estados miembros, o el número de inmigrantes de origen no europeo. En Francia, por ejemplo, los residentes de origen marroquí o argelino y sus descendientes no son contados como inmigrantes, ya que han sido naturalizados y cuentan con la doble ciudadanía. La ley francesa prohíbe hacer estudios estadísticos basados en el origen racial; por tanto, es imposible conocer el número exacto de ciudadanos no blancos en Francia.
Adquirir la ciudadanía está de moda en la UE. En 2009, 776.000 personas obtuvieron la ciudadanía en 28 Estados de la UE. Sin embargo, millones de africanos y asiáticos, naturalizados en el Reino Unido y Francia, no se encuentran en esta cifra. Ellos ya son considerados europeos. También, según estimaciones del Departamento de Estado de los Estados Unidos, en 2011 había 1,6 millones de americanos en Europa, sin incluir al personal militar y diplomático de los Estados Unidos.
Siendo cautos, se puede considerar que la cifra total de ciudadanos naturalizados de origen no europeo, así como inmigrantes legales e ilegales también de origen no europeo en la UE es del 10 por ciento, es decir, que en Europa hay aproximadamente 50 millones de personas que son de origen no-europeo.
Contrariamente a la creencia generalizada entre la mayoría de los ciudadanos de origen europeo, tanto de Europa como de Estados Unidos, no solo la izquierda, los antifascistas y cualquier otra organización étnica no-blanca son defensores de la inmigración no-europea. Las grandes empresas, la alta finanza y la iglesia son los principales responsables de la llegada de inmigrantes no-europeos. Al mercader, al igual que al comisario comunista o al sacerdote cristiano, no le gustan las fronteras. En particular, la Iglesia Católica en Europa ha sido durante las últimas décadas el principal portavoz de la sociedad multirracial.  En términos teológicos, cualquier frontera de cualquier estado va en contra del carácter ecuménico cristiano, cuyo resultado final es el mestizaje. En perspectiva histórica, solo es necesario mirar brevemente la defensa del mestizaje hecha por la iglesia en Latinoamérica durante los siglos XVII-XX. Desde la perspectiva del libre mercado capitalista, sin embargo, la inmigración va en total concordancia con el espíritu del capitalista, que pretende acabar con todas las etnias y fronteras nacionales (“laissez faire, laissez passer”).
La mayoría de los inmigrantes no-europeos, tanto legales como ilegales, deben su llegada en masa a Europa al sentimiento de culpa de inspiración cristiana, al humanismo del Buen Samaritano profesado por la iglesia, combinado con la denominada externalización impuesta por la lógica del capitalismo. Desde la Revolución Industrial, a comienzos del Siglo XIX, los capitalistas han soñado con incrementar la movilidad del factor trabajo a la vez que las continuas migraciones de personas y razas a lo largo del planeta. En esta ocasión, la alta finanza ha alcanzado finalmente el objetivo de la extrema izquierda marxista y de las diversas corrientes cristianas. Los primeros iban enfocados a desmantelar el estado de bienestar, considerado muy costoso, mientras que los segundos pretendían acabar con los estados nación, al verlos como una entidad anticristiana o un legado del fascismo.
Uno debe analizar en primer lugar la creencia cristiana sobre el igualitarismo y sobre el universalismo y sus derivados económicos e ideológicos, así como el comunismo y el capitalismo antes de criticar la inmigración no-europea existente en Europa y USA.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar