El mundo de ayer... y el de hoy

Cuando a los niños aún no los habíamos vuelto gilipollas

La culpa no es de los niños. No porque sean «inocentes angelitos», sino porque como todos los bípedos que con forma humana llegan al mundo...

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La culpa no es de los niños. No porque sean «inocentes angelitos», sino porque como todos los bípedos que con forma humana llegan al mundo, buscan lo cómodo, lo placentero, lo estúpidamente simple. Y los padres se lo ofrecen. Y nuestro mundo fofo, sin nervio ni principios, lo estimula y aplaude. Y ahí están las consecuencias. Vean, si no.

 

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