Magisterios pontificios de todo a cien

¿Es usted feliz? ¿No? ¡Ay, qué pena! De verdad que lo sentimos. Pero no se preocupe. La cosa tiene remedio. El Sumo Pontífice le da a usted (y a todos) «las 10 claves para la felicidad». Pocas veces la Doctrina habrá alcanzado tan altas cotas teológicas.

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Hacia finales de los adorables tiempos de la peseta proliferaron las tiendas de todo a cien. Entraba uno en ellas, y la abundancia se ponía al alcance del bolsillo: Un paraíso de plásticos de colores. Llegó al cabo el euro, en mala hora, y aquellos comercios se transformaron en «todo a un euro», lo cual, se mire como se mire, supuso un escandaloso aumento de precio. Por eso comienzo este artículo evocando la versión original del negocio. La versión realmente barata.
Y es que hoy toca hablar de magisterios económicos donde los haya, al alcance de todos los bolsillos. Apreciado lector, ¿le gustaría a usted ser feliz? ¿Cree acaso difícil alcanzar la felicidad? Se equivoca. Eso era antes. Pues esta misma semana el Pontífice felizmente reinante nos ha obsequiado con «las 10 claves para la felicidad» [Ver aquí.]
No, por favor. No se preocupe. No se trata de un texto complejo, de sutil filosofía cristiana. Lea las claves y se convencerá. Es todo muy razonable. Podríamos resumir el mensaje diciendo que la guerra es mala, y en cambio jugar con los niños es bueno; que está bien cuidar a los ancianos y ayudar a los jóvenes; que recordar mucho lo malo no es bueno, y que la naturaleza es muy bonita, y hay que protegerla. Y, sobre todo, que hay que vivir y dejar vivir.
Sí, señor. Son las verdades sencillas de la vida, que tanto cuesta comprender a veces: la sabiduría de los ancianos, los peligros del consumismo, y lo recomendable del sano ocio dominical en familia.
Es bonito ese magisterio humilde de las cosas pequeñas, que constituyen la clave de la paz y la armonía universal. Y, claro, a fin de cuentas, ¿quién no juega de vez en cuando con los niños, y quién no prefiere la paz a la guerra? Ciertamente, la plena satisfacción se encuentra a la vuelta de la esquina. Bueno es saberlo.
El mes de agosto está a las puertas, y las rebajas de verano han llegado también a la cátedra de San Pedro. Se nos ofrece un magisterio de todo a cien. Puede que de plástico, pero en cualquier caso de plástico de colores.
Por lo demás, hay que reconocer que el Pontífice felizmente reinante está consiguiendo resolver con toda originalidad, a golpe de entrevistas, la embarazosa situación creada por sus primeras declaraciones del año pasado ―solo, y en compañía del periodista italiano Scalfari― en las que nos advertía que «cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él lo concibe. Bastaría eso para cambiar el mundo». Una mancha de tomate afea una sotana blanca. Una sucesión ininterrumpida de manchas, simplemente la tiñe de rojo. Y el rojo, como se sabe, es el color martirial.
En estos momentos, en muchos países, un número indecible de cristianos están siendo martirizados por su fidelidad a Cristo y a la Iglesia. Entretanto, el Sumo Pontífice se empeña en matarnos a todos de risa. Y podría llegar a conseguirlo.

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