Un banquero norteamericano explicaba en 1914 los objetivos de la Gran Guerra

Eso es el capitalismo. Y eso es América. ¡Imbéciles!

En una reciente exposición celebrada en París, en el Museo de las Letras y Manuscritos, "Entre las líneas y las trincheras – Cartas, cuadernos y fotografías – 1914-1919", se exhibió una entrevista, publicada el 25 de marzo de 1917 en la revistas "Les Annales". En la misma, un banquero norteamericano que quiso mantenerse en el anonimato, dada la gravedad de sus acusaciones, abordaba las causas de la Gran Guerra, esa misma que se inicio hace un siglo. Sin comentarios...

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«Puedo asegurarle que cuando un pueblo está a punto de sentirse demasiado rico, hace falta una guerra para arrancarlo a la tentación de la felicidad. Pero lo mío no son las ideas abstractas. Yo sólo conozco las cifras. Ignoro a La Fayette [el militar y político francés que desempeñó un papel crucial en la guerra de Independencia de los Estados Unidos. Nota de la Red.]. De la historia sólo retengo las estadísticas. Sé algo, y es que la Gran Guerra ha quintuplicado la cifra de nuestras ventas, ha decuplicado nuestros beneficios, y todo este magnífico tráfico lo hemos efectuado a gracias y a expensas los Aliados. Nos hemos enriquecido procurándoos algodón, lana, carne, acero, obuses, trigo, cuero, zapatos, ametralladoras, caballos, automóviles, productos químicos. Las acciones de nuestras fábricas de acero, como Bethleem, han subido en seis meses un 600%. Nuestras fábricas de pólvora, como DuPont, han distribuido dividendos del 110%. El más insignificante de nuestros obreros portuarios no trabaja por menos de 35 francos diarios. Sois vosotros los que estáis saldando. Os hemos vendido todo cuanto os podíamos vender. En parte lo habéis pagado con oro. Nuestras reservas de oro sobrepasan actualmente las de todos los Aliados juntos. Pero también nos habéis pagado con papel. Ahora bien, este papel —el de vuestros créditos— valdrá lo que valga vuestra victoria. Hace falta a toda costa que ganéis la guerra para hacer frente a vuestros compromisos.
Pero iré más lejos. Hará falta reconstruir todo lo que se ha destruido. Este dinero que hemos ganado a vuestra costa, os lo prestaremos para levantar vuestras ciudades, para reconstruir vuestras fábricas, para crear de nuevo vuestra existencia económica. ¡Qué magníficas perspectivas para nuestras futuras inversiones! Pero éstas sólo serán beneficiosas si triunfáis antes de agotaros por completo. Es por ello por lo que queremos una victoria rápida.
Estados Unidos os ayudará. Estamos detrás de Wilson. Queremos la guerra aunque no sea más que para proteger la flota mercante de Inglaterra, la mitad de cuyo capital es norteamericano. Os ayudaremos aún más de lo que os pensáis. Enviaremos voluntarios y estableceremos el servicio militar oblitario, aumentaremos aún más nuestra producción de obuses, de cañones. Participaremos, si hace falta, en la lucha continental. Todos nuestros ciudadanos lo apoyarán. ¿No son ya los Estados Unidos un gigantesco ejército civil, flexible y sometido desde hace mucho tiempo a la rigurosa disciplina del trust? Y de este ejército somos nosotros sus jefes.
¿Comprendéis ahora por qué la guerra es inevitable? ¿Las luchas entre los pueblos?… Pero ¡si la guerra es el único medio que tenemos de solucionar diferencias demasiado grandes entre los bancos? ¿La Gran Guerra?… ¡Guerra de aranceles, la necesidad de un ventajoso tratado arancelario, la esperanza de una nueva expansión económica! ¡Más aún que el Kaiser son los bancos de Berlín quienes han querido la guerra!»

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