Cuando dos pueblos y dos culturas son indisociables...

Sin cultura española, ¿qué queda de la catalana?

La cultura catalana solo existe si admitimos la enorme transfusión de toda la península y aceptamos que el flamenco, la zarzuela o los toros también forman parte de nuestro paisaje cultural. En resumen, es cultura catalana por ser española.

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Hace algunos años Jordi Pujol se pavoneaba sobre la poca influencia de Cervantes en su formación literaria ,y por el contrario citaba el influjo de algunos escritores catalanes. Cada cual puede determinar aquellas cosas que cree que han sido decisivas en su vida por el ascendente ejercido en la infancia o la juventud pero la afirmación de mí querido UBU no es baladí. En este personaje las intenciones acostumbran a ser recurrentes y hay que buscar el objetivo siempre en el mismo lugar. Esta vez se trataba de mostrar que la cultura española es distinta de la catalana. Cuando uno se pone a pensar en las diferencias objetivas para establecer una afirmación en este sentido no encuentra por ninguna parte nada sustancial al margen de una lengua que parece dialecto de la otra o viceversa. Una cultura es algo más que un conjunto de coros y danzas regionales, torres humanas o caganers. La cultura catalana solo existe si admitimos la enorme transfusión de toda la península y aceptamos que el flamenco, la zarzuela o los toros también forman parte de nuestro paisaje cultural. En resumen, es cultura catalana por ser española.
Ello viene a cuento porque el periódico ABC me pide unas breves reflexiones sobre lo que une a los españoles. Tenemos infinidad de rasgos, y entre ellos, la habilidad con que nos movemos todos en el caos ya sea social o simplemente en un bar de tapas, pero finalmente, he optado por algo que conozco gremialmente como es el arte.
Sin lugar a dudas, el arte es uno de los factores que mejor establecen nuestra pertenencia a una cultura española. Este país no posee culturas regionales en el sentido amplio con que nos referimos al término. Es evidente, que el llamado arte y cultura española se beneficia de unas variantes que tienen su raíz en las formas literarias producidas por las distintas lenguas o el simple folklore de sus territorios. Sin embargo, a menudo tales ramificaciones tienden a confundirnos sobre el sentido específico, global y al mismo tiempo heterogéneo que puede significar una cultura autóctona. La fusión de una larga historia común produce en el terreno de las artes la existencia de una profunda idiosincrasia cultural que acaba formando parte del patrimonio de todos. Encontramos unas artes realizadas por castellanos, catalanes, extremeños, vascos o andaluces pero cuyas herencias y formas de expresión se engloban dentro de un conjunto de cierta homogeneidad, el cual, frente a la mirada externa, es catalogado como español.
El pintor Velázquez nos representa a los ciudadanos de esta nación de la misma manera que el malagueño Picasso o las zarzuelas del catalán Amadeo Vives, y a nadie se le ocurre reivindicar su pintura o su música como propia exclusivamente de la región en la que nacieron. Ciertamente, existe un teatro en catalán o en vasco pero su estructura narrativa no difiere para nada del teatro en español como no sean algunas piezas muy concretas ligadas al folklore tradicional. Si traducimos la obra al castellano desaparece el origen territorial (y lo afirmo por la experiencia de muchos espectáculos)
En definitiva, afirmar que Cervantes no es un referente para la totalidad de los ciudadanos españoles, es tan disparatado como negar nuestra pertenencia a la cultura cristiana por el simple hecho de no creer en Dios.

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