Los recientes acontecimientos protagonizados por la delegación española del COE en Buenos Aires han dejado algo en evidencia: somos un país ridículo en muchos aspectos.
La demagogia, los aspavientos, el “buenismo”, la laxitud, la fiesta y el folklore histriónico dominan y predominan en la vida cotidiana de los ciudadanos de España.
¿Hasta cuándo? ¿Qué se necesita para sacar esta sarta de rancios casposos que nos gobiernan y qué para impedir que los inútiles socialistas los alternen? ¿Para cuándo un gobierno de los mejores?
Creo firmemente, vehementemente diría yo, en el pragmatismo. En un pragmatismo que no renuncie a determinados valores pero que tampoco se vea sometido y esclavizado por ellos.
Y para eso es necesario volver a recuperar el valor de la investigación y la ciencia como motor de cambio e innovación de una industria casi moribunda. Es imprescindible poner los fondos públicos al servicio del talento, de la creatividad y de los jóvenes que estén dispuestos a esforzarse por sí mismos y por su país.
El anuncio de Fofito, estas Navidades, sobre las bondades de esta nación es lo más penoso, aunque emotivo por supuesto, que se ha visto en años. ¿Eso es lo que somos? En todo caso ¿eso es lo que queremos ser?
O nos empezamos a tomar en serio, nos disciplinamos, innovamos, creamos e invertimos en lo que hay que invertir o no tenemos ningún futuro. ¿Cómo se puede pretender tener un Estado de bienestar social a “la sueca” con la mentalidad de cofradía de pueblo con la que vivimos?
Debemos llevar a los jóvenes hacia la curiosidad, la razón, la ponderación, la ecuanimidad y la firmeza. Convertirles en puntales de una sociedad, de una nación fuerte, donde se les tiene en cuenta y ellos se sienten comprometidos con su país. Una nación con una fuerte tradición histórica pero que avanza desarrollando el logos colectivo, que apuesta por la defensa del medio ambiente, del sentido de comunidad y, al mismo tiempo, por su identidad cultural.
Zapatero, Rajoy,… ¡por favor! Todo es un “ir tirando”… Corrupción, amiguismo, cambalaches de todo tipo, tensiones por todas partes, jóvenes emigrando, amenazas de ruptura… ¡Qué tropa por Dios!
No veo en todo el panorama político español ni una sola persona con la mentalidad suficientemente avanzada y firme como para regenerar todo esto. O vuelta a la tradición social-católica o frivolidad y relativismo social. E intentos de modernizar y disciplinar a la nación, para qué hablar.
Hasta que no nos tomemos en serio y dejemos la épica, la gloria por un lado y la banalidad y la ligereza por otro e integremos en la sociedad una actitud mucho más apolínea, científica, ecológica e identitaria culturalmente no tendremos nada que hacer como colectivo.
España es pasión, sin duda, pero es necesario que alguien la recoja y la canalice.
Y entonces volveremos a ser una de las más grandes naciones del mundo, algo a lo que no hay que dejar de aspirar, pero no desde la puerilidad adolescente sino desde el compromiso maduro de toda la sociedad.
Mientras tómense una “relaxing cup de café con leche” (Botella dixit).