Obama, Cameron, Hollande y sus compinches, que son integristas cristianos, se empecinan en aupar el integrismo musulmán -los rebeldes sirios son, mayormente, partisanos de Al-Qaida-.
Otra vez tambores de guerra, y son siempre los mismos quienes los percuten. Decía Roger Garaudy que "Occidente es un accidente mortal para la humanidad".
Llamo Occidente a la totalidad del territorio sometido a las tres religiones monoteístas. La línea divisoria entre el Este y el Oeste es la frontera de Paquistán con la India. Lo que aquí llamamos Oriente Próximo y Oriente Medio es en realidad Extremo Occidente.
Hurguen en las hemerotecas... Todas las guerras mayores de los últimos veinte años han sido desencadenadas por la OTAN, la Unión Europea y el Pentágono con o sin la anuencia de la ONU. A saber: las dos de Iraq, la de la extinta Yugoslavia, la de Afganistán, la de Libia y ahora, si el sentido común no lo impide, la de Siria.
¿Se me olvida alguna?
Las de Chechenia y Georgia fueron escaramuzas de corta duración. La del Líbano, que ya cesó, pero cuyo rescoldo se reaviva ahora, es secuela de la que desde hace casi mil años incendia los campos de Palestina.
Judíos, moros y cristianos... Monoteístas. Siempre va ese sonsonete al trigo.
El belicoso Obama titubea entre dos opciones: la de estar con el oído atento, como los sioux en sus praderas, a lo que le dice la opinión pública de su país, mayoritariamente opuesta a intervenir en Siria, y la de obedecer a quienes manejan las grandes corporaciones mercantiles y saben (o creen saber) que las guerras reactivan la economía, ayudan a superar las crisis económicas y garantizan el suministro de gas e hidrocarburos. Es la última de esas tres razones la que convierte en escenario habitual de casi todas las guerras el Extremo Occidente. "Agua del infierno" llamaban en la Edad Media al petróleo. Razón llevaban.
Hipocresía de las armas químicas... Éstas son, sin duda, un espanto, un horror, pero ¿no son horrores y espantos los misiles, los bombardeos, los obuses, los lanzallamas, las minas antipersona, los disparos de kalasnikof, las ráfagas de ametralladora e incluso, si me apuran, las bayonetas?
Tuvimos ocasión de comprobarlo en la segunda guerra de Iraq: lo de las armas químicas era sólo una coartada aparentemente moral para justificar una agresión que ponía en grave riesgo, a mayor gloria de los intereses de los poderosos, la seguridad del mundo.
¿Hay acaso, en toda la historia de éste, una sola guerra cuyos responsables no hayan sostenido que la desencadenaban en nombre de la paz, de la justicia y de todos esos hermosos conceptos por ellos desposeídos de su significado?
Seguimos en las mismas... Obama, Cameron, Hollande y sus compinches, que son integristas cristianos, se empecinan en aupar el integrismo musulmán -los rebeldes sirios son, mayormente, partisanos de Al-Qaida- y en romper el frágil equilibrio de una zona cuya desestabilización (Rusia, Irán y China no van a comulgar con ruedas de molino) podría llevarnos a la tercera guerra mundial.
Que Yavé, Cristo y Alá, si es que existen, los fulminen. Y si no existen, también.
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