Debacle, victoria de la antipolítica, hartazgo generalizado: tal es la sustancia de estas elecciones italianas.
El voto popular se ha traducido en el deseo de “hacérsela pagar” a la clase dirigente, corrompida y cómplice de la crisis, al mismo tiempo que se expulsaba al tecnócrata Mario Monti. No les habrá bastado ninguno de los múltiples apoyos que han recibido: de la Iglesia, de la oligarquía mundialista, de la masonería, del presidente de la República… La política de austeridad de Mario Monti, que ha precipitado el país aún más en el paro, la recesión y la presión fiscal, no ha seducido precisamente al electorado…
La izquierda y su Partito Democratico, que ha obtenido el mayor número de votos pero con una mínima diferencia, sabe de sobra que era manifiesta su falta de programa y de empeño político.
Lo que, en cambio, resulta sorprendente es la recuperación electoral de Silvio Berlusconi, al que se daba ya por políticamente muerto o por loco, dada la incoherencia de sus declaraciones. Para estas elecciones apostó por la seducción pura y dura, prometiéndoles a los italianos, asfixiados por los impuestos, devolverles algunos de éstos. Tal vez también haya jugado a su favor el encanto personal y la habilidad de un self made man,corrupto hombre de negocios pero no perteneciente a la superclase mundialista.
Pero lo más destacable de estas elecciones es, sobre todo, el extraordinario auge de Cinque Stelle, que se convierte en el primer partido del país, al haber obtenido una cuarta parte de los votos sin contar con la menor alianza. Su líder, el antiguo cómico Beppe Grillo, con su teatral talento de justiciero, ha prometido “hacer limpieza”, “barriendo” a estos políticos que se atiborran mientras el pueblo está al borde del abismo. Los temas que ha abordado durante la campaña electoral han obtenido un amplio apoyo por parte de gente de las más diversas tendencias políticas. Democracia directa, defensa del servicio y de la “cosa pública”, antipartidismo, boicot del poder de los medios, ecología, dura impugnación del poder de los bancos: ahí estaban todos los temas. O casi. Porque Beppe Grillo había construido su carrera sobre la base de un concepto clave: la soberanía monetaria, auténtica base sobre la que se asienta el actual sistema monetario y auténtico reto de una posible revolución. Aunque el argumento ha sido simplemente abandonado, Grillo sigue prometiendo la renta mínima de ciudadanía que le está vinculada, pero cabe preguntarse cómo —si tuviera un día la posibilidad de realizarlo, lo cual está excluido con sólo unos cuantos escaños parlamentarios— podría poner en práctica su programa. Las propuestas, el modo de acción, las críticas de Grillo son admirables, pero resulta triste constatar que no hay una auténtica base ideológica detrás de su movimiento.
Lo indudable es que el país se ha vuelto ingobernable, pues de la chistera electoral no ha salido ninguna mayoría clara y dispuesta a tomar decisiones. Harán, sin duda, todo lo necesario por impedir la posibilidad de volver a las urnas, pues es demasiado evidente la posibilidad de que triunfase el movimiento Cinque Stelle. A lo que se va a pasar ahora es al juego de alianzas. O peor: “se hará” una llamada de socorro a un nuevo gobierno técnico, ya que de lo que se trata ante todo es de tranquilizar a los “mercados”. Porque los “mercados” —entidades sobrenaturales a las que debemos someternos para no quedarnos al margen del mundo “civilizado”— tiemblan de miedo y nos riñen cada vez que se alzan voces que amenazan la estabilidad de este rancio sistema que parece ya entregado a su muerte.
¿Qué va a pasar entonces? Va a pasar que estos votos de rechazo no van a servir de mucho, pues en general los votos no sirven para gran cosa en este sistema de democracia representativa que es una pura farsa, dado que, de todos modos, las decisiones se toman en otros sitios.