La ecología es una disciplina muy curiosa. Algo inventado por el hombre moderno, para estudiar su relación con un medio que él mismo destruye. Los griegos, al igual que tantos otros pueblos antiguos, no necesitaban para nada la ecología.
La ecología es analizada muchas veces desvinculada de la política o del poder, siendo precisamente el poder el que destruye su objeto de estudio. Las multinacionales de la agroquímica o de la megaminería no están preocupadas por las protestas de grupos como Greenpeace, y tampoco sabemos en cada caso porqué y cómo se elige el objetivo de cada protesta. Las clases medias que cargan biodiesel y no pueden vivir sin su telefonito portátil, son las mismas que se enamoran luego de las organizaciones ecologistas.
Si la destrucción del medio natural favorece mucho a unos pocos, pero en realidad es algo consentido por las mayorías, aunque las personas digan rotundamente que no lo hacen, si son consultadas individualmente. Es bastante probable que los llamados ecologistas sean gente que rechace todo tipo de poder nacional fuerte, arrogándose el derecho y la virtud de combatir ellos y sólo ellos al enemigo antiecológico, que pór cierto jamás será definido con claridad.
Otra cosa curiosa es que en general los ecologistas defienden todo tipo de diversidad menos la propia, sobre todo cuando se trata de Europa y de su historia y descendencia. Es curioso porque la mayoría de los ecologistas son europeos o descendientes de europeos, aunque ya se sabe que esto para la ellos no tiene ninguna importancia o lo consideran como una maldición que llevan encima.
Todo el circo ecológico funciona según unas pautas más o menos previsibles, pero también hay gente que bajo ese rótulo profundiza y se encuentra con visiones del mundo antiguas y diferentes al sentido del mundo. Visiones del mundo que son coherente con llamarse ecologista. Pero para eso hace falta bajarse de un sistema que nada tiene de natural, y donde la ecología es solamente una variable ideológica más para el fraccionamiento y el individualismo.
La comprensión y, si se quiere, la adoración de la naturaleza como sagrada, como expresión visible de la creación y del universo a través de la cual tratamos de elevarnos hasta donde le es posible hacerlo al hombre, está más allá de la ideología y no merece llevar nombres empequeñecidos por ella. La dialéctica de la modernidad le queda chica. Nunca he encontrado definiciones de nirvana o de absoluto, que no impliquen la utilización de un lenguaje poético. Esa vinculación del hombre con la naturaleza, no entra en la palabra ecología, esta no le alcanza por más respetable que resulte con todo lo que implica.
No hay que confundir la jerga marketinera de algunos ecologistas, con una visión profunda del mundo que cambie la relación del hombre con la naturaleza. Para eso hay que comprender y definir que existe un poder concentrado que monitorea los límites de los ecologistas, unos límites que implican mantenerse dentro de lo políticamente correcto y que se manejan a fuerza de subsidios.