Sudáfrica y el Mundial

Bienvenido, Mister FIFA

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Sobre la mesa de uno de mis colegas en la Universidad de Witwatersrand descansaba, casi anodina, una de las revistas oficiales que la FIFA ha ido distribuyendo por el país. En el interior, dos breves salutaciones: una de Sepp Blatter, la cara pública de la FIFA (Federación Internacional de Fornicadores de Almas), y otra de su bufón local, Jacob Zuma, Primer Ministro de Sudáfrica, vox populi, vox dei. El mensaje irrelevante de Zuma apenas llamó mi atención. Tampoco lo hizo el de Blatter. La retórica vomitada en tales discursos de bienvenida resulta más que trillada. Fue algo más sutil lo que reclamó mi atención. Una foto. En ella, Blatter sonreía abierto y miraba velado. En cuclillas, los brazos extendidos, como ofreciendo/pidiendo, a su espalda el esplendoroso fondo del estadio Soccer City, en Soweto. Una mano, la diestra, ofrecía abierta una pelota de fútbol; la siniestra permanecía igualmente abierta, vacía, expectante, salivante.

Mister FIFA es ese dios invisible que todo lo mira, todo lo da, todo lo quita. Es la esperanza eterna de que algo mejor ha de suceder, así en la tierra como en el cielo. Mister FIFA posó su mano en África con sus esperanzas de desarrollo y progreso, con la esperanza del dólar y del euro, todo mediante el ofrecimiento del espectáculo más grande del mundo, afirman los predicadores de este inmenso circo que, como la Palabra, todo lo toca, todo lo puede. Y a Dios y a sus portavoces no se les discute, se acata su fallo y se les lame la mano, perro bueno.   
Mister FIFA se muestra Mister Marshall berlanguiano, y el pueblo ya se viste de gala para el paso de su comitiva que vestirá de polvo a los engañados soñadores; y ese polvo será bofetada en cuanto sus manos aprieten los 2 $ con los que han de sobrevivir cada día y todo se lo haya llevado el viento, o lo que es lo mismo, Mister FIFA y las empresas elegidas que se esconden o no tras el acrónimo.
Unos pequeños datos ocultados por los medios de masas y sus predicadores, todos afines a Mister FIFA.
El primer mundial africano ha resultado ser el más exitoso para la insaciable gula de Mister FIFA. Las cifras así lo demuestran: oficial y abiertamente, se estima que los beneficios van a alcanzar o ya han alcanzado los 4.000 millones de dólares, tan sólo mediante los derechos de televisión. Los datos extraoficiales son aún más espectaculares, por usar un adjetivo algo más objetivo que el que dicta mi impulso. Imaginar la cantidad final resultaría un imposible similar al de imaginar a Dios.
El Gobierno de Sudáfrica, por su parte, ha gastado, oficialmente, alrededor de 6.000 millones de dólares en preparativos al mundialito. El dinero, como siempre, ha salido de los bolsillos del pasivo y aborregado contribuyente/sirviente. La mayoría de este dinero irá, por supuesto, directamente a los bolsillos de Mister FIFA y sus empresas como comisión por otorgar el susodicho espectáculo al populacho. Motivos no les sobran ni a unos ni a otros, como ahora se dirá, para haber organizado el evento en Sudáfrica.
Szymanski y Kuper, en su libro Soccernomics, ofrecen escandalosas revelaciones sobre las mentiras del mayor espectáculo del mundo. Según Szymanski, en una entrevista reciente ofrecida al canal de TV Al-Jazeera, si Sudáfrica no hubiera gastado 6.000 millones de dólares en innecesarios a la par que esplendorosos nuevos estadios de fútbol, cuando podía simplemente haber acondicionado las eficientes y prácticas infraestructuras existentes, especialmente las de Ciudad del Cabo, Durban y Johannesburgo (recuérdese que el país ya albergó hace 15 años todo un Mundial de Rugby), se habría, a priori, invertido en el sistema educativo, en el  sanitario y en viviendas dignas, con agua potable y electricidad, los tres pilares básicos para el futuro de cualquier país. Son estas promesas antiguas e incumplidas que provienen desde los tiempos del ya senil Mandela. Lo único positivo de la inversión se ha visto reflejado en el sistema de carreteras, ya de por sí eficiente y bien estructurado en general.  
El gobierno ha ido vendiendo a sus ciegos seguidores que la venida de Mister FIFA iba a traer prosperidad, que el número de turistas iba a generar ingresos incalculables para todos, que la benévola mano de FIFA no se olvidaría de nadie y a todos acariciaría el lomo. Sin embargo, se ha demostrado que, aunque es cierto que la llegada de futboleros ha sido significativa, sobre todo durante las primeras semanas, y que ciertos sectores (la hostelería, principalmente) han experimentado un importante aumento en sus beneficios, la mayoría de los visitantes eran de por sí asiduos al país durante sus vacaciones que, en oleadas, ya solían aterrizar cada año. La diferencia estriba en que, esta vez, decidieron cambiar sus habituales vacaciones para hacerlas coincidir con el mundialito. Así sucedió, por ejemplo, durante las Olimpiadas de Grecia o el mundialito alemán. Nada nuevo, the same old song
Según Szymanski, un mundial de fútbol supone la ocasión perfecta para desviar la mirada de los problemas esenciales que cada nación participante arrastra e, incluso, para elevar el nivel de autoestima, incluso de patriotismo, fundamentales para afrontar periodos de crisis o para perpetuarse un poco más como líder de una nación. En el caso sudafricano, como país organizador, este axioma se ha manifestado con especial énfasis. Todo el país adornando sus autos con banderitas made in China, cantando al unísono, mano en el corazón, Nkosi Sikelel´ iAfrika, y un largo etc. Szymanski advierte, sin embargo, que, a este periodo de exaltación nacional, a este chute de patriotismo desmesurado, le sigue una profunda depresión en todos los sentidos: depresión económica, debido a que sólo unos privilegiados, acólitos y protegidos de Mister FIFA, han visto engordar sus cuentas, mientras la inmensa mayoría no sólo no ha visto un ochavo sino que, durante años, pagarán la cuenta; depresión espiritual, un problema que aflorará pronto, incluso antes que la depresión económica, el cual, en el fondo, apenas cambiará para la mayoría de los que ya de por sí sobreviven con a penas 2 dólares al día. Esta depresión será duradera y, temo, cruel en su manifestación pública. Lo podrían pagar foráneos como yo, y no el gobierno, en un principio. Sin embargo, será fundamental para que un potencial cambio político y social se aparezca real en el horizonte. Tiempo al tiempo.
Y aun así, sin catarsis, ¿qué cambio puede haber?
 
Epílogo a Mister FIFA: acerca de otro Manifiesto
 
El pasado 16 de junio se cumplieron 34 años de los sucesos de Soweto que inflamaron a la Sudáfrica de finales de los 70 e inició un cambio inevitable y necesario. Todo sucedió cuando numerosos estudiantes de secundaria redactaron un manifiesto de protesta a la nueva política educativa que el viejo régimen calvinista y racista pretendía imponer. Los estudiantes protestaron pacíficamente, pretendiendo leerlo frente a las instalaciones del clásico estadio de fútbol de los Piratas de Orlando, muy cercano al que ahora se alza esplendoroso para albergar a las casi cien mil personas deseosas de otorgar el dinero de su entrada a Mister FIFA. Aquel día, la policía del régimen abrió fuego a los cientos de adolescentes deseosos de ser educados bajo el paradigma occidental, no bajo el acta de educación Bantú que el gobierno afrikáner quería imponerles.
El pasado 16 de junio, más de 3 mil personas se manifestaron en Durban, muy cerca de donde Ghandi iniciara sus protestas no violentas, hace ya más de un siglo, quemando el pasaporte que lo calificaba como escoria a él y al resto de la población original de la India que aquellas costas poblaban y aún pueblan, se manifestaban bajo el grito de “Get out, FIFA mafia!!!”. Su protesta no iba solo contra Mister FIFA, iba hacia el partido gobernante desde hace ya 16 años, eminentemente negro, al igual que los participantes de la manifestación eran, casi todos, negros. "El gobierno ha robado el dinero a los ciudadanos y se lo ha dado a Fifa," afirmó con convicción Desmond D´sa, uno de los organizadores de la protesta. Bajo el brazo traían otro manifiesto, latigazo verbal hacia el gobierno. La protesta fue silenciada local e internacionalmente, pero su mecha ha prendido. Palabra.
¿Será un síntoma del principio del fin para el Congreso Nacional Africano, tan lejano de la realidad que prometieron cambiar?
La catarsis huele cercana en el horizonte. La traen los vientos del Cabo de las Tormentas, la traen el Índico, la trae la propia África. La trae Mister FIFA, la traen los dos Obamas. La catarsis huele cercana. ¿Vendrá con el horror que vio el Marlow conradiano? Quién lo sabe, tan sólo vendrá. 
 Nota 1:
Aquellos interesados, pueden acceder al contenido formal de la protesta de Durban aquí:
http://www.amandlapublishers.co.za/special-features/will-hosting-the-world-cup-2010-benefit-south-africa/333-memorandum-of-grievances

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