En este artículo trataré de mostrarles la estrategia y métodos que deben utilizar para destruir una civilización, la nuestra claro. Todos los puntos que vienen a continuación son derivados del actual ideario progresista, que incluye la amalgama ideológica que abarca desde el socialismo democrático hasta el comunismo nostálgico, pasando por todos los sectores, incluido el individualismo a ultranza, que de una forma más o menos velada pretenden acabar con cualquier asomo de identidad colectiva.
Seré breve y escueto. Sigan con atención:
1. En primer lugar es necesario generar y extender la idea de que los elementos de nuestra tradición son un problema para la libertad social e individual.
2. Después hay que identificar los elementos de la tradición propia: instituciones, símbolos, fiestas o costumbres, y empezar a mofarse de ellos. De todos es sabido que el humor ayuda a relativizar, y es un primer paso necesario para el subsiguiente ataque.
3. Posteriormente al humor se le añadirá su denigración, buscando cualquier punto débil que desvirtúe su imagen ante la opinión pública.
4. Una vez todos los símbolos de nuestra tradición, -después de haberlos socavado y mermado de mil y una manera diferentes-, se muestren ante la sociedad como vulnerables es necesario empezar a cuestionar su necesidad.
5. Una vez los miembros de la sociedad hayan decidido despreciar, rechazar, desprenderse o minimizar los elementos propios de su identidad, se hace necesario empezar a fomentar otras identidades culturales foráneas.
6. Si estas nuevas identidades produjeran algún inicial rechazo en la población autóctona, es necesario:
a. Hacer pedagogía social a favor de la tolerancia
b. Convertir a los que defienden la propia identidad en intolerantes y extremistas
7. Si se quiere destruir la propia cultura es imprescindible que se inviertan en a y b ingentes cantidades de dinero, presión mediática y calculadas estrategias de ingeniería social.
8. Previamente a todo ello habrá que conseguir que la propia sociedad entre en decadencia, pierda una visión clara de colectivo y se diluya cualquier idea de cultura o civilización propia.
9. Para ello es bueno generar elevadas dosis de frustración que el sistema ya se encargará de convertir en fracaso individual para que la autoestima de cada individuo se vea tan deteriorada que no pueda ser consciente que no es más que una víctima de una situación cerrada.
10. Será necesario deteriorar el espíritu hasta que casi quede diluido. De esta forma cualquier tipo de compulsión se activará como mecanismo compensador de la decadencia personal.
11. El relativismo deberá incidir especialmente en mermar todo principio de autoridad. Las familias y las escuelas deberán generar individuos narcisistas y caprichosos, de esta manera podremos asegurarnos su debilidad futura como componentes del ente social, lo cual garantizará la atomización y fragilidad colectiva.
12. Una vez completamente allanado el terreno, y con la colaboración de todos los enemigos propios de nuestra civilización, la progresía relativista para entendernos, será necesario defender a ultranza el derecho de las culturas foráneas a implantarse y desarrollarse en nuestras yermas tierras (y que conste que las culturas foráneas hacen lo que deben de hacer, en ellas no hay mala voluntad como sí que la hay en cambio en los enemigos internos y propios de nuestra civilización).
13. Habrá que proteger y apoyar la expansión de las culturas foráneas mientras se sigue mermando y atacando la nuestra. Y aquí me remito a los apartados a y b del punto seis.
Dicho esto quisiera finalizar con una reflexión quizá incómoda, porque una cosa es sentir respeto por cualquier persona de cualquier cultura o religión que se muestre fiel y respetuoso con ella, y que trate de seguirla y venerarla en cualquier lugar del mundo donde esté y otra, no incompatible con lo anterior, es defender la propia identidad y los símbolos de la tradición política y cultural autóctona.
Y el respeto que merecen estas personas se convierte en rechazo por todos aquellos que, desde dentro, están tratando de derruir nuestra civilización hasta convertirla en un lugar sin alma, sin espíritu y con un grave deterioro de lo humano que lleve a la población a vivir en una insatisfacción permanente revestida de puerilidad.
Por último, es cierto que nuestra identidad cultural colectiva y nuestra tradición deben evolucionar y en ella ya no puede haber lugar ni para el racismo ni para la homofobia ni para ningún tipo de discriminación hacia la mujer, pero es necesario volver a recuperar esa identidad, regenerarla, elevarla y darle total y absoluta prioridad.