Están en quiebra los medios de comunicación exclusivamente en catalán

"Ámbito catalán de comunicación", la agonía más cara de la Historia

El resultado de la política mediática emprendida en Cataluña es el siguiente: la debacle empresarial de los medios privados, la sangría para el erario público que suponen los canales autonómicos (TV3 es la segunda empresa de comunicación que más pérdidas tiene de España; imagino que la primera será TVE), el espectacular abandono de la audiencia y la relegación al búnker barretina de quienes están empeñados en oírse mucho a sí mismos y cerrar los oídos a cualquier otra lengua, con especial encono, eso no hay ni que detallarlo, hacia el aborrecible, invasor castellano.

Compartir en:

Consistía el invento en fabricar una extensa de red de medios informativos, periódicos, emisoras de radio y televisión donde no existiera más idioma que el catalán. Así denominaron al chiringuito sus avalistas ideológicos e impulsores fácticos, todos ellos vinculados al nacionalismo y, por supuesto, los sectores del PSC y LV-IU más proclives a hermandad con el independentismo. Que un medio de comunicación se exprese en catalán, castellano, francés o arameo es algo por completo irrelevante. Lo que importa es su capacidad de fusión con la audiencia y de constituirse en un vehículo útil para la información y el circular de las ideas, que es la manera de entenderse entre las personas.

Lo malo del “Ámbito catalán de comunicación” no es que se expresara en dicho venerable idioma, sino que lo utilizaba para separar a la audiencia catalanohablante de la que, horror y desgracia, no lo es. El catalán no se contemplaba como idioma vehicular, sino como el único posible, como si en el mundo no se hablase otra lengua. Un idioma para segregar, no para unir. Los espectadores de TV3 teníamos el privilegio —me parece que los no desplazados lingüísticos siguen teniéndolo–, de leer los subtítulos que ponían a las intervenciones de algún esporádico entrevistado en castellano. Si la cámara salía a la calle para realizar una de esas encuestas a pie de acera sobre algún asunto de actualidad, curiosamente todos los entrevistados se expresaban en catalán. Pintoresco fenómeno en una ciudad como Barcelona, la más cosmopolita de España, de Europa y del mundo mundial, dicen. Sencillamente, la opinión de quienes no hablan catalán no importa ni interesa a TV3 y, según sus extrañas cuentas, tampoco a la audiencia de esta cadena autonómica. Los debates en radio y televisión son tres cuartos de lo mismo: quien no habla catalán, una de dos: o no tiene opinión o su parecer no es relevante para los felices privilegiados que habitan en el oasis.
 
El resultado de todo ello es manifiesto: la debacle empresarial de los medios privados, la sangría para el erario público que suponen los canales autonómicos (TV3 es la segunda empresa de comunicación que más pérdidas tiene de España; imagino que la primera será TVE), el espectacular abandono de la audiencia y la relegación al búnker barretina de quienes están empeñados en oírse mucho a sí mismos y cerrar los oídos a cualquier otra lengua, con especial encono, eso no hay ni que detallarlo, hacia el aborrecible, invasor castellano. Datos cantan.
 
Avui, el primer diario editado exclusivamente en lengua catalana, ya ha sido rescatado dos veces de la quiebra. Sus actuales dueños son el grupo Godó (La Vanguardia), Inversiones Hemisferio (Planeta), y la propia Generalitat. No deja ser chocante que un periódico como La Vanguardia, tradicionalmente identificado con los sectores conservadores, y Planeta , idem de lo mismo, hayan tenido que acudir en salvamento de este periódico radicalmente nacionalista. Es de suponer que tanto los Godó como los Lara estarán a la espera de recibir las debidas compensaciones por el favor prestado a la Generalitat, si es que no las están cobrando ya desde hace mucho.
 
Avui distribuye 26.000 ejemplares diarios, cifra que sitúa su audiencia por debajo del Diario de Jaén, por poner un ejemplo. TV3, aparte de ser una máquina de perder dinero, lleva años haciendo agua en materia de audiencia, la cual está cada vez más apartada de un medio que no considera importante la realidad sino la forma –en este caso el idioma– en que dicha realidad se interpreta. Si el medio es el mensaje, que diría McLuhan, algo falla en el ámbito catalán de comunicación, porque los medios se están yendo a pique y el mensaje llega cada vez a menos gente, eso sí: cada vez más sectarizada. El segundo periódico en difusión de Cataluña, El Periódico, con una edición en catalán de la que no se facilitan cifras, lleva tiempo esperando un comprador que los saque de penurias. Hubo un candidato extremeño, Alfonso Gallardo, quien desistió al verificar la realidad de la situación del Grupo Z, propietario de El Periódico.
 
La postura de la Generalitat ante la catástrofe es previsible: “sostenella y no enmendalla”. Las subvenciones caen a velocidad de fórmula uno sobre los medios enquistados en el famoso ámbito. En 2007, fueron dieciocho millones de euros los que recibieron para seguir teniendo la casa a medio arreglar. Como estamos en vísperas del mes 11 de 2008, los últimos datos económicos en lo que concierne al dispendio deben resultar espectaculares. Dieciocho millones de euros sin contar lo que cuesta a las arcas autonómicas, es decir, públicas, la dinosáurica TV3, su segundo canal y otras emisoras tanto de televisión como de radio.
 
Quienes están empezando a pagar los platos rotos, evidentemente, son los trabajadores de dichos medios. La pérdida de audiencia y el enorme bajón en ingresos publicitarios determina una voraz política de reducción de empleos. Algunos profesionales veteranos temen dejarse ver por la reacción. No quieren dar ideas: jubilación anticipada y cubrir su puesto con un becario de los de 400 euros al mes.
 
Ése es el panorama, a grandes rasgos, de la realidad social del catalán en Cataluña. Los quisquillosos nacionalistas, por supuesto, siempre tendrán ocasión de echar las culpas de todo esto a la perfidia de Madrit. No se sabe bien por qué, pero la responsabilidad de los naufragios nunca está en el puente de mando nacionalista. Si La Vanguardia, El Periódico, Avui, Punt Diari, TV3, etcétera, viven los momentos más bajos de su historia, será por causa de alguna mala inquina española contra los intachables caballeros que necesitan karaoke para relacionarse con “el resto del Estado”.
 
Han convertido un idioma en un mecanismo para excluir a quienes no comparten su proyecto, y sucede lo natural: se quedan solos y en precario. ¿Hasta cuándo? Hasta que el último merino nacionalista se dé cuenta y quiera asumir que una lengua y un medio de comunicación sirven para cohesionar a la ciudadanía, no para dividirla. Es decir: hasta que ellos se cansen de perder.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar