Conozcamos también algunos elementos históricos

¿Qué ha pasado, en realidad, en Georgia?

La guerra entre Rusia y Georgia no se puede explicar como la agresión de un pequeño e indefenso país por una potencia imperial. En el Cáucaso confluyen intereses mundiales, desde el petróleo a la reanudación de la guerra fría, y poco es lo que parece. Hasta el especulador George Soros, el mismo que da millones de dólares para derrotar a los republicanos en las elecciones Estados Unidos, ha intervenido en Georgia.

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La guerra entre Rusia y Georgia no se puede explicar como la agresión de un pequeño e indefenso país por una potencia imperial. En el Cáucaso confluyen intereses mundiales, desde el petróleo a la reanudación de la guerra fría, y poco es lo que parece. Hasta el especulador George Soros, el mismo que da millones de dólares para derrotar a los republicanos en las elecciones Estados Unidos, ha intervenido en Georgia.

Para tratar de aclarar el embrollo de este conflicto hace falta en primer lugar analizarlo en sus distintas y diferentes dimensiones: de una parte dos enfrentamientos independentistas, los de Abjasia y de Osetia del Sur que querían independizarse de Georgia. De otro, una política de Rusia para reconstituir su imperio. Y, por fin, la voluntad del Gobierno norteamericano de cercar al imperio ruso y de utilizar los aprovisionamientos de petróleo del mar Caspio.
 
En 1800, Georgia pasó de ser un protectorado de Rusia a unirse voluntariamente al Imperio. Tras el triunfo de la revolución bolchevique, en 1918 se independizó, pero el 25 de febrero de 1921 el Ejército Rojo de Trotski ocupó el país y lo reintegró en la nueva URSS. Utilizando en su provecho el caos subsiguiente a la “perestroika” y la desintegración de la Unión Soviética, Eduard Chevernadze, extraño ejemplar de político democrático como se le presentaba en Occidente, destacado personaje del partido comunista -nada menos que miembro del Politburó y ministro de Exteriores con Gorbachov-, provoca elecciones manipuladas y el 9 de abril de 1991 Georgia se proclama independiente.
 
Ya antes de la separación de Rusia, dos regiones históricamente no encajadas en Georgia desde el siglo XVIII, Abjasia y Osetia comienzan a mostrar abiertamente sus metas independentistas. Para poner fin a las tensiones y enfrentamientos entre Tiflis y las regiones conflictivas se llega al acuerdo de enviar una fuerza militar rusa para el mantenimiento de la paz.
 
La presencia permanente de esta fuerza rusa molestó a Washington, pero más aún a Israel. A esto se añade una razón poderosa. Desde mayo de 2003 una unión de empresas petrolíferas occidentales, dirigida por British Petroleum, está construyendo un oleoducto, el BTC, que debe dar salida al crudo de Azerbaijan pasando por Georgia y Turquía, evitando Rusia. Se comprende que las petroleras prefieran la nueva ruta del petróleo, directa o indirectamente bajo control estadounidense.
 
En noviembre de 2003, la calle georgiana entra en ebullición y derroca al antiguo “apparatchiki” Chevernadze. Sin embargo, tales movimientos no tenían nada de espontáneos. Detrás de ellos se esconde la figura de George Soros, el especulador y multimillonario judío húngaro, nacionalizado estadounidense.
 
Tal como había hecho en Serbia y en Ucrania, Soros organiza los disturbios de Tiflis a través de su ONG, la Open Society, cuya finalidad es “promover la democracia” en el mundo entero. Algunos meses antes, el millonario había puesto el precio de la Open Society: poner al frente del descontento a un tal Mijail Saakachvili. Sin ninguna sorpresa, en enero de 2004 éste se hace elegir presidente.
 
¿Por qué el ataque de Saakachvili?
 
Georgia cuenta con una población de 4 millones y medio de habitantes y Rusia con unos 150 millones. Hay que ver esta guerra como si Mónaco atacase a Francia. Conociendo la vinculación rusa con Osetia y Abjasia, estaba prevista la dureza de una muy probable intervención del ejército ruso, quien no podía tolerar ningún atisbo de humillación a la nueva Rusia (el primer productor mundial de gas y el segundo de petróleo). No cabían dudas de que Rusia contraatacaría. En términos vulgares podría decirse: ¿qué mosca ha picado a Saakachvili?
 
Según fuentes rusas, el presidente georgiano habría atacado por instigación de los Estados Unidos, y su golpe de fuerza habría sido preparado con los consejeros norteamericanos y aprobado por Condolezza Rice durante su última estancia en Tiflis.
 
Otras fuentes contestan esta visión del conflicto. Desde su llegada al poder, Saakachvili y su equipo gubernamental no ocultaron su idea de reintegrar Osetia a Georgia, pero Rice, en su viaje, no impulsó a los dirigentes georgianos a arriesgarse a la peligrosa aventura militar. Rice no se encontraba necesitada de alentar a Saakachvili; éste se bastaba y sobraba.
 
El 14 de agosto, una semana antes del comienzo de la aventura de Saakahcvili, los Estados Unidos firmaban un acuerdo con Polonia para la instalación de un escudo antimisiles. El contemplar a Georgia bajo el ataque de las fuerzas rusas vino a punto y en el momento oportuno para decidir la actitud del Gobierno polaco.
 
Por otra parte, el 13 de agosto la compañía aérea israelí El Al efectuó dos vuelos para evacuar a más de 400 israelíes de Tiflis. Israel reconocía el papel jugado en el equipo y armamento de las fuerzas georgianas. Tras siete años de colaboración, ya bajo Chevernadze, Israel ha seguido vendiendo armas a Georgia, y los empresarios israelíes asentados en este país han sido hombres influyentes en el sector de armamento.
 
El rápido desarrollo de la cooperación militar entre Georgia e Israel se ha hecho fluido, más fácilmente todavía por el hecho de que el ministro de Defensa de Georgia, Davit Kezerashvili, ha sido educado en Israel y habla corrientemente el hebreo. Entre los israelíes que han obtenido provecho de esta campaña figura, por ejemplo, el general Hirsh. La factura de armamento comprado a Israel asciende a 200 millones de euros, según fuentes oficiales georgianas.
 
También el ministro georgiano de Reintegración, Temur Yakobshvili, de confesión judía, habla perfectamente hebreo y ha declarado que “el Estado de Israel debe sentirse orgulloso de sus instructores que han entrenado a los soldados georgianos”.
 
Fuentes israelíes afirman que sólo se han suministrado armas defensivas, a pesar de que un experto de dicha nacionalidad, Israel Valley, haya manifestado que “Israel tenga necesidad de Georgia como base trasera en caso de conflicto nuclear con Irán”. Parece que nos encontrásemos en una extraña partida en Georgia en la que todo el mundo participa. Los Estados Unidos para utilizar la lógica reacción irritada de Rusia en relación con el escudo antimisiles en Polonia y Chequia; Israel para reactivar la guerra fría que le convierte en indispensable para Occidente; y Rusia, que ya no es la Rusia de Yeltsin, para demostrar su nuevo papel de potencia mundial a tener en cuenta y, además, atraer el apoyo de la población rusa a la política de Medvédev y Putin.
 
Lo que sí aparece más claro es lo relativo al presidente georgiano: Saakachvili ha jugado el papel de tonto útil.

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