Chispazos de la inutilidad

Manifiesto de los Acantilados

Al Manifiesto (el nuestro, el de siempre, “Contra la muerte del espíritu y la tierra”) le acaba de salir un retoño…, si es que no un hermano mayor: el Manifiesto de los Acantilados. Escrito, junto con otros quince primeros firmantes, por el escritor y ensayista José Antonio Hernández, el Manifiesto de los Acantilados —su título constituye un obvio homenaje a Ernst Jünger— expresa cosas tan parecidas a las que nos desasosiegan que no podemos sino tributarle desde estas páginas un encendido homenaje de simpatía. ¡Cómo no vibrar ante estos lúcidos “chispazos de la inutilidad” que se entreveran con un  enfervorizado canto a la vida y a su voluptuoso existir! ¡Cómo no admirar estas páginas en la

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1.- Repudiamos resueltamente la tristeza y la fealdad. Creemos que los acantilados, el mar, las montañas, los volcanes, la brisa cantábrica y el viento pueden resguardarnos de la hipocresía del mundo. Detestamos los rascacielos por extrovertidos, y les oponemos el sencillo atrio de la Parroquia de San Antonio.
 
2. Consideramos acto de caballerosidad suprema lavarse las manos después de orinar, aunque se esté hablando con alguien a 10.000 km de distancia o simplemente se esté chateando. La caballerosidad consiste en el acto en sí, no en el acto de estrechar la mano.
 
3. Estamos a favor de las truchas cocinadas con el menor esfuerzo y de los lenguados meunier, aunque también rechazamos la cocina minimalista, la comida chatarra y la que es baja en calorías. Declaramos que el aceite de oliva se debe al genio cultural y no a los deliquios de la industria. Somos partidarios de la nouvelle cuisine siempre que avive los sentidos, y siempre que ocurra en un restaurante.
 
4. Proclamamos la jerarquía de los frutos como las fresas, las frambuesas y los duraznos, y la naturaleza solar de los mangos. No dejamos de apreciar a la sandía como sonrisa metafísica, ni el carácter psicoanalítico de los bananos. Pero revindicamos a la manzana de su ancestral pecado.
 
5. Reconocemos la espiritualidad ínsita en el vino. Consagrar el vino es una de las tres actividades más sublimes del hombre, junto con lidiar a un toro y amar a una mujer, según la enseñaza del poeta futurista Francesco Urbideti. Pero también sabemos que el agua de horchata puede producir una embriaguez mayor en medio de la insoportable canícula veraniega.
 
6. El espíritu se porta en la sangre y se transvasa misteriosamente a las palabras, y sólo pueden compulsarlo en los sueños los verdaderos iniciados y quienes posean el genuino conocimiento angélico.
 
7. Aunque somos devotos de la ontología fundamental de Heidegger, creemos más profunda la ornitología existencial.  Comprendemos, así, el desentendido aplomo de las avestruces, aunque estaremos siempre con la alerta disposición de las lechuzas y, aún más, con la naturaleza empireumática de los colibríes. También creemos en la discreta magnificencia de los gorriones, aunque no soslayamos la majestad de las águilas y los halcones, sobre todo porque son símbolos de la realeza imperial. Suponemos la grandilocuencia de los pelícanos y la fría sensualidad de los pingüinos. Manifestamos nuestro desacuerdo en que se utilicen los tucanes, los pandas y las aves canoras como emblemas ecologistas.
 
8. No hay alma más refulgente en el universo que la de una mujer, sobre todo si hubiera pretendido rehuir del mundo tratando de ser azafata o, incluso, convertirse en monja de clausura. Inconscientes de su propia luminosidad, algunas han buscado ocultarse en las nubes o en alguna oscura mazmorra, lo que hace más evidente su resplandor. Afirmamos que su alma es la única chispa increada e increable que ha dado origen a todo.    
 
9. Creemos en la naturaleza aristocrática de los gatos y en la fidelidad canina. Aceptamos que la rabia es un mal que afecta más a los escritores que a los perros. 
 
10. Pugnamos por que se estudie obligatoriamente el Siglo de Oro español como asignatura moral con repercusiones estéticas. Así evitaremos hablar de los actuales miembros de la Real Academia. Y reivindicamos para el pintor Alfredo Castañeda la paternidad del caballero Alatriste. Emplazamos a una lucha en lodo entre los escritores de best-sellers para dirimir quién corregirá las pruebas de galeradas de Interviú.
 
11. No nos delectan la danza de los siete velos ni los ombligos sudorosos. Se puede ver el alma desnuda aún con la ropa de dormir menos translúcida. La sensualidad consiste en saber trasplantar una hortensia.
 
12. Decretamos la inutilidad del tiempo y el engaño perpetuo de la razón, así como la inexistencia de los postulados geométricos. La menor distancia imaginaria entre dos puntos no es una recta, sino una aurora boreal. La eternidad es el lapso que media entre el silencio y la mirada. La verdad no es la concordancia entre lo que se dice y lo que se ve, sino entre lo que no se dice y es.
 
13. Establecemos indubitablemente que Scarlatti cifró en cuaderno pautado las notas del alma, y que los mortales nunca comprenderán el insondable misterio del Stabat Mater de Pergolessi ni del Exultate Jubilate de Mozart. Tampoco descartamos la magnanimidad de Louis Armstrong, de Tom Jobim, de Agustín Lara y de CarlosGardel. El aria «Der hölle rache» de La reina de la noche, interpretada por Lucía Popp, es el nuevo Himno de los tiempos
 
14. La locura no consiste en hablar en voz baja, mirando el mar o mientras se toma un té por la mañana de domingo viendo a Cédric o leyendo a Ásterix, aunque postulamos la superioridad existencial de Tintín. La auténtica locura consiste en ser ventrílocuos del silencio.
 
15. Estamos por los aromas de lavanda y los cítricos. Repudiamos los aromas pestilentes de las urnas democráticas y de los mandiles masónicos. El aroma de los antiguos bosques rumanos tiene la esencia de la madera. Es preferible el aroma de incienso de las catedrales a los hórridos hedores de la sede de los partidos políticos. 
 
16. Rechazamos la tecnología en tanto se ha vuelto un fin en sí. Su demonismo consiste en expulsar al hombre de su interioridad. Proponemos como espectáculo sadomasoquista una sesión de chat entre Bush y Bin Laden con emoticones obscenos. Lanzar al fondo del mar todos los móviles y ordenadores contaminaría el lecho marino y haría eructar efluvios de cobre a las orcas. Estamos por el voto universal de silencio. Clamamos por la vuelta a la vida en torno a una fogata primordial en la que se pueda amar, reír y conversar. 
 
17. Pensamos que la esencia del arte reside en la contemplación, y no en vender y comprar. Sabemos que en la estética contemporánea prevalece lo superfluo y lo ridículo por sobre lo profundo y eterno. Y nos produce emoción más honda contemplar el palpitar de las lagartijas paradas tomando el sol sobre una piedra que una lata de sopa Campbell’s de Andy Warhol.
 
18. Preferimos ver las películas de Hitchcock, Buñuel y Fellini que las artimañas tecnológicas de Spielberg. Rechazamos cualquier película moralizante por su carácter chantajista, esté acompañada o no de rosetas de maíz. Es preferible comer nueces y reírse con Oliver Hardy y Stan Laurel, que venerar a Chaplin y que nos salgan hemorroides. En cualquier caso, es mejor ir al cine que alquilar una película. 
 
19.  Proclamamos la santidad absoluta de La Divina Comediade Dante, pues encierra la sabiduría perenne del espíritu primordial y la extinción unitiva del sueño. También declaramos la necesidad de atesorarlo como texto críptico y esotérico, cuya secreta recitación será el mantra fundacional de una orden caballeresca que restituirá las ordenanzas de los fieles del amor. El libro De Monarchia es para quienes han superado sus bajos instintos democráticos y han sublimado sus pulsiones republicanas. La lectura atingente de Carl Schmitt será el nuevo Libro de las Horas de los monjes capuchinos.
 
20. La falsa ilusión del progreso contiene en sí el germen de su caducidad. Proponemos que se detengan por un día los semáforos de las megalópolis. Y que las gasolineras despachen sólo bebidas energetizantes para que se pudran los motores de los automóviles Postulamos el necesario regreso del esclavismo no como forma de dominio, sino como método de salud pública. Quienes deseen ser esclavos deberán inscribirse en una actividad extenuante que mejorará su condición cardiaca. Se abolirán los gimnasios. El único suicidio permitido será por exceso de trabajo.  
 
José Antonio Hernández García y quince escritores más.
Costa Cantábrica, 15 de agosto de 2008.

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