PABLO VICTORIA
Los “sapos” no son otros que los computadores del extinto narcoterrorista Raúl Reyes, recientemente abatido por las fuerzas especiales de Colombia en territorio ecuatoriano, país que con Venezuela, brinda refugio a la narcoguerrilla que opera en Colombia.
En artículo anterior había dicho que una de las razones por las cuales el gorila venezolano estaba tan calmadito en la cumbre de Río frente a la arremetida del presidente Uribe era porque sabía que la revelación del contenido de los computadores incautados por Colombia lo ponía entre las cuerdas ante la Corte Penal Internacional y ante el resto de naciones civilizadas. Hoy esta realidad se está comprobando con certeza apodíctica. Chávez está asustado. Y Correa también, aunque parezca desafiante. Los computadores siguen revelando intimidades que a ninguno de los dos conviene que se sepan. Correa, por ejemplo, ha amenazado con no reanudar relaciones diplomáticas con Colombia a menos que ésta deje de revelar informaciones que el mandatario considera falsas y calumniosas. Por ejemplo, niega que haya recibido dinero alguno de las FARC para la campaña política que lo llevó a la primera magistratura. Dice, además, que hasta ahora no hay prueba alguna de que Raúl Reyes fuera un guerrillero, ni que la carta en la que dice haberle entregado dinero para la campaña no se refiera a alguien que se hizo pasar por emisario suyo, sin serlo. En otras palabras, que las FARC fueron estafadas.
Pero la realidad de la vida nos cuenta otra historia; en primer lugar, que las FARC, organismo sazonado en chantajes, “boleteos”, secuestros, extorsiones y suplantación de identidades, no iba a caer en semejante ingenuidad de primíparos bandoleros. En segundo, que las demostraciones de afinidad de Correa con la ideología de las FARC tuvieron que ser suficientemente largas y explícitas para que la organización narco-terrorista y filo-comunista creyera en el candidato que iban a apoyar. Correa está mintiendo y su mentira se transparenta cuando llama a los guerrilleros “compañeros” y denomina la muerte de Reyes como asesinato.
El caso de Chávez es más patético. Se muestra, a diferencia de Correa, calmadito y hasta preocupado. Tiene mucho más qué ocultar. En las últimas dos semanas ha llamado al presidente Uribe tres veces, llamadas en las que le ha manifestado para pedirle parar la entrega de información y solicitarle una reunión personal. Ha declarado haberle manifestado “la preocupación de que sigan saliendo esas cosas y se sigan diciendo que Ecuador apoya la guerrilla y que Venezuela apoya la guerrilla”, pero ambos, Chávez y Correa, comparten la idea de que Colombia deje de dar información al mundo y, en particular, a los organismos de inteligencia como la INTERPOL. Los acuerdos secretos a que llegaron ambos mandatarios con la organización guerrillera los tiene contra la pared.
Por su parte, el embajador de los Estados Unidos en Colombia, William Brownfield, ha advertido que Colombia no puede cometer el error de meter los datos bajo un tapete porque la comunidad internacional tiene derecho a saber qué hay en ellos y sacar conclusiones. Dijo: “No se puede esconder el contenido de esos computadores. Que salga todo, que se reaccione, y se actué sobre sus conclusiones. Es algo que hay que hacer. No se puede esconder lo que ha pasado... Eso sería un error histórico”.
Así, mientras los sapos sigan “cantando”, los dos pandilleros de barriada continuarán dando brincos de rana.