Curzio Malatesta
Lord Carey ha comentado que no comparte la opinión de su sucesor, al que, sin embargo, respeta y reconoce como líder. Ha dicho, así mismo, que aún menos comprende como se podría admitir la equiparación de leyes religiosas al código civil, y que sería absolutamente contradictorio con los valores británicos.
“La aceptación de leyes islámicas dentro de las leyes británicas sería desastrosa para nuestra nación”, ha dicho Lord Carey.
Mientras el primer ministro Gordon Brown alaba “la integridad del Arzobispo Williams por mantener su posición a pesar de las críticas a sus comentarios”, se teme que en el Sínodo General (el órgano de gobierno de la Iglesia Anglicana), donde Williams se está creando una creciente oposición con su actitud ante el Islam, se pida su resignación en el cargo. El Arzobispo dice que él no estaba haciendo un llamamiento a la equiparación de dichas leyes, sino a un reconocimiento de las mismas como parte de la cultura de un sector de la ciudadanía.
¿De qué habla el Arzobispo Williams en la entrevista?
La hemos escuchado y hemos leído su trascripción. El arzobispo habla de reconocer aquellas partes de la Sharia que son asimilables al modo de vida de un país democrático occidental. Nos preguntamos sinceramente cuáles son dichas partes y si se podría hacer tal cosa, una “Sharia Light”(sin latigazos, lapidaciones, ahorcamientos…) y si sería aceptada por aquellos que han tomado
la espada del Islam porque la de la lucha de clases de Marx ha pasado de moda.
El calmo y equilibrado tono de voz del Arzobispo adormece y le transporta a uno al Nirvana, o mejor, a un mundo de cielos despejados y margaritas en la acera donde el dolor ha sido extirpado de la existencia a base de colaboración y negación constante del propio orgullo… y la propia identidad.
Estamos de acuerdo con Williams en que la sociedad está fragmentada. No nos parece tampoco que la vehemencia laica del estado antirreligioso, fundada en realidad en una religión abstracta, sea un camino mejor. Estamos perplejos, atontados frente al solitario abismo. Pero no comprendemos cómo podría ayudar la introducción con sierra y martillo de una ley oriental del Medioevo a solucionar (si es que se puede solucionar algo) la incompatibilidad de dos culturas diferentes atadas por el mercado sobre un mismo suelo, un suelo que pertenece desde hace milenios sólo a una de ellas.
Y desde luego, compartimos la perplejidad de los católicos anglicanos y de la ciudadanía británica en general, ante el absurdo de que sea el Arzobispo de Canterbury quien pida que se abra paso a la nueva (en suelo europeo) religión.
Id teneamus, quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est; hoc est et enim vere proprieque catholicum ("Debe tenerse como propiamente católico aquello que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos").