Adolfo J. Castañeda
El martes 22 de enero del 2008, se cumplieron 35 años de las sentencias abortistas “Roe vs. Wade” y “Doe vs. Bolton” del Tribunal Supremo de EEUU. El resultado judicial de ambas decisiones ha sido la legalización del aborto a petición durante los nueve meses del embarazo en todo ese país. El resultado anti-humano de ambas decisiones ha sido la muerte, por medio del aborto quirúrgico, de casi 50 millones de criaturas no nacidas hasta la fecha –sin contar las decenas de millones más causados por los anticonceptivos abortivos, como la píldora, el dispositivo intrauterino, el parche, el Norplant y la Depo-Provera. Se trata de un holocausto sin precedentes en el país más “desarrollado” del mundo.
El 2008 también es un año de elecciones presidenciales, las cuales tendrán lugar en noviembre. Los candidatos de los dos partidos con más posibilidades, el Republicano y el Demócrata, están enfrascados en intensas campañas. Los temas más recurrentes y debatidos son: la economía, la salud, la educación, la guerra en Irak y la inmigración.
A algunos les sorprendería el saber que hay una relación muy estrecha entre el tema de la inmigración y el aborto. Según los demógrafos, para que la población de un país pueda reemplazarse en la próxima generación, las familias deben tener, como promedio, 2,2 hijos por mujer en edad fértil (aproximadamente de 15 a 44 años de edad). Europa, Japón y otros países ricos están por debajo de este nivel de reposición, como los expertos le llaman. EEUU apenas se está salvando de estar por debajo del mismo, gracias a la inmigración. La causa de la baja tasa de natalidad es el aborto (tanto quirúrgico, como químico). Pero nadie está señalando la causa de este problema de implosión demográfica. Ese problema va a causar, o está causando ya, a su vez, serios problemas socio-económicos, como la falta de mano de obra en los sectores de la construcción, la agricultura y los servicios.
Un silencio hipócrita y con toda intención
Por supuesto, la solución al problema inmigratorio es una reforma integral del sistema de inmigración, de tal manera que se logre una inmigración ordenada y legal. No soy un experto en el tema y confieso que los complicados asuntos de qué hacer con los millones de indocumentados que ya están en EEUU, así como el de cómo proteger las fronteras, sobrepasan mis conocimientos. Pero hay una cosa de la cual sí estoy seguro: la razón por la cual EEUU necesita mano de obra inmigrante es por el aborto, que ha desvastado su reserva demográfica y disminuido su fuerza laboral interna, así como su número de contribuyentes en proporción a su número de jubilados. Pero, de nuevo, nadie quiere tocar el tema ni a un kilómetro de distancia, porque “no es políticamente correcto”.
La pregunta, entonces, que hay que responder es la siguiente: ¿Quién se preocupa por los inmigrantes que están en el seno materno? Los que abogan por una inmigración a toda costa e incluso por una amnistía de los ilegales, no dicen ni pío acerca de los inmigrantes intrauterinos. Los que abogan por cerrar las fronteras, echar a los indocumentados que ya están aquí y no permitir más inmigración, tampoco dicen ni pío. Pero la vida de los inmigrantes que están en el seno materno, ya sean de madres estadounidenses o de madres inmigrantes (legales o ilegales), tiene que ser respetada absolutamente por todos, republicanos, demócratas o independientes.
Hay una tremenda hipocresía aquí. A muchos no les conviene hablar de esos otros inmigrantes, porque, de una forma u otra, no encaja en su agenda política o consideran que el asunto es “de poca importancia”. Pero la defensa de la vida humana, especialmente la no nacida, en el mundo actual, es el tema más importante de todos. No podemos desentendernos de los inmigrantes ya nacidos, pero mucho menos debemos olvidar a los inmigrantes por nacer, es decir, a los que todavía están, o van a estar, en el seno materno.
(www.vidahumana.org)